Señuelos de un seductor
El tribunal del Arzobispado de Madrid anula una boda por el "espantoso engaño" del novio
La boda canónica entre A. P. S., de 45 años, y la rica heredera de La Moraleja C. G., de 3 1, fue "un espantoso engaño". Y la explicación que al respecto facilitó el novio al vicario judicial, "asombrosa". El tribunal del Arzobispado de Madrid decidió el 16 de abril, con la firmeza de estos adjetivos, anular esta boda. Cientos de invitados, miles de flores, fastuoso banquete... Viajar de compras a Estados Unidos no es algo excepcional para esta familia. Lo anormal, según descubrió el suegro cuando el matrimonio echó a rodar, era el yerno.Un detective magníficamente pagado le informó que el galán que había llevado a su hija de blanco ante el altar era un tipo extraño que acumulaba una densa biografía sentimental: antes había estado casado con otras dos mujeres y flirteado con otras muchas. Todas ellas con un denominador común: pertenecían a familias ricas. Pero lo que más encrespó al suegro fue saber que su flamante yerno, para casarse con su hija, había matado a su primera esposa.
El detective destapó el documento que favoreció el "espantoso engaño": una falsa partida de defunción. En realidad, Á. P. S. no podía casarse por la Iglesia porque 22 años antes lo había hecho con otra (cuyas iniciales son P. A.) y el ligamen canónico seguía, pues, vivo. Un tío suyo -sacerdote- le había desposado con P. A., su primera ex y única hija de una familia que durante muchos años dominó el comercio madrileño de la repostería.
Aunque estaban divorciados, las leyes canónicas establecen que para que una persona pueda casarse por segunda vez por la Iglesia el primer, matrimonio esté anulado. A. P. S. intentó anularlo ante la Iglesia, pero sin éxito.
La única opción que le quedaba si quería complacerla y que ella fuese de largo era fingir que había enviudado. Lo cierto es que al sacerdote de la parroquia de Santa Mónica, en la localidad madrileña de Rivas-Vaciamadrid (donde Á. P. S. celebró su tercera ceremonia nupcial, el año pasado), se le facilitó una partida en la que se decía que la primera esposa había fallecido el 31 de julio de 1993.
Cuando el vicario judicial le inquirió sobre el documento en he se da por muerta a la primera esposa, el novio vino a decir que no recordaba su contenido, que cuando estuvo en la iglesia para firmar el papeleo "estaba muy preocupado por su coche, que había dejado en doble fila en la calle". "Asombrosa" explicación, ironiza el vicario en la sentencia.
Quien realmente había fallecido ese día, en el hospital del Aire de Madrid, no era su primera esposa, sino un tío suyo, militar. Los investigadores privados que siguen sin tregua su pista sostienen que Á. P. S. borró el nombre de su familiar con typex y puso encima el de su primera ex (ver EL PAÍS del 4 de marzo).
Tras 19 años sin querer saber nada de él, su primera esposa tuvo queviajar a toda prisa a Madrid (al divorciarse ambos, tres años después de la boda, ella rehizo su vida en Málaga) para dar fe ante la policía del distrito de Retiro de que seguía viva. Confesó que todo era un ardid más de su ex marido. Un ardid que, de confirmarse (la Iglesia parece tenerlo claro ya), puede constituir un delito de fálsedad en documento. Por eso la titular del Juzgado de Instrucción número 34 ha abierto diligencias penales contra él a instancias de la tercera esposa
La vida de este trillado novio también está henchida de casualidades. La siguiente es una: la magistrada del 34, a la que inicialmente correspondió investigar la falsedad de la partida de defunción -todas las causas penales que entran en los juzgados de Madrid se sortean entre 4 6 jueces-, fue recusada por el investigado. Era "amiga" de su tercera ex, alegó. La magistrada no puso pegas y aceptó la recusación. Pero la juez María Tardón, del número 11, desestimó el viernes la recusación y ha ordenado que la causa vuelva al 34.
Las tres ex guardan un ingrato recuerdo de Á. P. S. La tercera, cuyo matrimonio sólo duró seis meses, el tiempo que tardó en descubrir sus artimañas, no quiere ni oír hablar de él. Y no es la única que está que se sube por las paredes. La segunda, Manuela Fernández-Rivero, le detesta. Y no se esconde para decirlo: "Me ha hecho mucho daño. Y sigue haciéndomelo, porque aún", aseguró, "me debe cuatro millones de pesetas de: la manutención de mis hijos". Una de las últimas cosas que supo Manuela de A. P. S. fue por la prensa. Con perplejidad leyó que había comprado un periódico. Por cierto, la dueña del local donde se ubicaba ese rotativo madrileño, ya desaparecido, aún sigue esperando que le pague el alquiler.
Manuela le define como "un seductor de mujeres ricas y de verbo fácil". El matrimonio con ella no era obstáculo para la Iglesia, pues se casaron por el juzgado, y además están divorciados. El problema era el primero, que sí fue por la Iglesia.
Las tres ex (y otra cuarta mujer también muy hacendada con la que estuvo a punto de casarse antes de hacerlo con la tercera) están dolidas. Y algunos de los ex suegros, todavía más: "Hay muchos millones encima de la mesa para desenmascararlo", confiesa uno de los investigadores privados. Unos y otros incluso comparten la información que recaban de tan peculiar novio. Todo vale con tal desenredar la vasta madeja "de engaños, falsedades y mentiras" que rodea a este hombre, explica uno.
La comisaría de Retiro, donde le han detenido dos veces en lo que va de año -por la falsa partida de defunción y por extender "un talón sin fondos para adquirir un Jaguar"-, dispone de profusa información sobre sus actividades.
Condena en firme
También en los juzgados se le acumulan ya las causas, civiles unas y penales otras, como la supuesta falsedad de la partida de defunción. E incluso ha sido condenado en firme por la Audiencia de Madrid en relación con sus actividades empresariales. Á. P. S. se presenta como periodista y abogado, y según su segunda ex, Manuela, "no es ni una cosa ni otra: es un sinvergüenza", declaró a EL PAÍS. "Me dejó en la ruina, a mi y a mis padres. Tiene una doble personalidad: utiliza su capacidad de seducción para sacar el dinero a las mujeres, y cuando lo consigue, las deja o ellas se dan cuenta y le dejan a él". Manuela conoció a Á. P. S. en. 1978, y se lamenta de aquella mala hora: "Conocerle fue como caer en una secta". El matrimonio, fruto del cual nacieron tres hijos, duró 14 años. El que más, pues el primero fueron tres y el tercero seis meses. Este periódico contactó con A. P. S. la semana pasada. Reside en una vivienda de La Moraleja. "Con sirvienta y coches de superlujo", matiza Manuela, "mientras que mí y a otra mucha gente nos debe dinero".
Tras exponerle el periodista la retahíla de imputaciones que vierten sobre él sus ex y los investigadores, contestó unas con ambigüedades e imprecisiones y otras con frases del tipo "eso es absolutamente falso". Alto, ojos claros y bien parecido, Á. P. S. indicó que la deuda de cuatro millones que le reclama Manuela "ya está solucionada". También utilizó el latiguillo de "off the record le puedo decir que...". Pero sin más, y sin aportar ninguna prueba que desmintiese los múltiples chanchullos -muchos empresariales- que le atribuyen los investigadores. Negó que él entrega se al cura la falsa partida de defunción, y, curiosamente, ratificó la versión que dio al tribunal canónico y que éste tilda de asombrosa. Es decir, que tenía el. coche en doble fila y no miró el. documento, a pesar de que tiene su rúbrica. Detrás de todas estas imputaciones, indicó, "hay un compló" fruto del "despecho".
"Las mujeres, las mujeres decía al periodista con mirada penetrante, silenciosa y, en apariencia, amedrentadora.
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