Récord de ineficacia
La primera gran expedición española perdió las maletas a su llegada a Atlanta
Lo que se temía y se pronosticaba, sucedió. La primera gran expedición española a los Juegos Olímpicos de Atlanta sufrió un descalabro histórico a su llegada al aeropuerto Harstfield, teóricamente el segundo más importante del país más potente del mundo. Los problemas de una organización que va desde hace tiempo por el filo de la navaja del fracaso por su carácter privado, sin apoyo estatal, adquirieron carácter de insólito récord mundial de ineficacia. Las maletas de unas 300 personas, todas las que viajaron desde Madrid menos la selección de fútbol, que tomó otro vuelo hasta Orlando, se perdieron durante cuatro horas en un rocambolesco rosario de despropósitos. El caso no sería tan grave si no se sucedieran a diario las quejas, según han denunciado otras delegaciones, y no sólo en los primeros trámites de llegada. En la propia ciudad, a la mascota ya no la llaman Izzy, sino Isn't (no hay nada)."El sistema de una organización privada no es bueno para los Juegos", ha repetido ya demasiadas veces en los últimos meses Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, que ayer mismo abrió la sesión anual del organismo con su diplomacia habitual y tratando de dar un margen de confianza. Pero Samaranch también añadió: "Un sistema así sólo sirve para un país como Estados Unidos". En realidad, ni él mismo está convencido. El éxito de Los Ángeles, en 1984, fue irrepetible, pero era California. Invertir sólo lo justo, según se ingresa, o alquilar la mayoría de cosas, por lo que todo se pone en marcha casi el día antes para no gastar más que lo justo, es literalmente jugar con fuego.
El comité organizador (ACOG) va ya por su tercer encargado de los transportes y el último llegado, un militar que llevó a los soldados a la guerra del Golfo, se perdió también por las calles de Atlanta -según comentó un miembro del comité- en compañía del propio presidente del comité, Bill Payne.
Y lo que rayó en el esperpento fue lo del equipaje. Desde Carlos Ferrer Salat, presidente del Comité Olímpico Español, hasta el último suplente de remo o esgrima tuvieron que soportar los desatinos. Después de salir por la cinta de equipajes las maletas de Orlando para los que seguían viaje, sólo unas cuantas lo hicieron por dos bocas distintas. Unos minutos más tarde, nada. Era el momento de comentar la simpática partida de mus de Raúl y De la Peña como pareja durante el viaje, o la metedura de pata de Clemente, quien decía que no había que rellenar y entregar ningún papel al entrar en el país, junto con el pasaporte. Pero lo peor quedaba por llegar. De la lenta espera se pasó al caos. La mayoría de maletas no pasó aduana y supuestamente fueron reunidas en el centro de acreditación, situado a más de un kilómetro de la terminal, en el mismo aeropuerto. Supuestamente. Allí incluso se rozó el escándalo cuando se habían superado las 12 horas de viaje. Más de uno perdió los nervios y algún reserva de remo acabé¡ de tensar la situación al tocar una alarma. Los cuadriculados funcionarios y agentes de policía estaban desbordados. El presidente de tiro estaba satisfecho porque tuvo el acierto de meter en la bolsa de mano unas pastillas que necesitaba, pero a la vez preocupado porque no sabía dónde estaba la munición ni las armas.
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