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RADIOGRAFÍA DEL SUBURBANO

Historias del subsuelo

Carteristas, obstinados y gente sin techo llenan el subterráneo de anécdotas

El concurrido subsuelo del metro madrileño (más de un millón de personas se adentran diariamente en sus entrañas) es un campo abonado para carteristas y fuente inagotable de sucesos y anecdotario. Que. pregunten sí no a los vigilantes de la estación de Pueblo Nuevo.El pasado 11 de abril se toparon con un hombre -José H., de 25 años- que, semiencorvado y a calzón bajado y bragueta abierta, se masturbaba delante de varias chicas que esperaban su tren en el andén de enfrente. En el suyo sólo estaba él hasta que llegaron los vigilantes y le detuvieron por obsceno.

En contra de los testimonios de las anonadadas chicas del andén de enfrente y de algún maquinista, el susodicho personaje negó que actuase por motivos lascivos, y justificó su acción en la necesidad física. Según él, se abrió la bragueta allí mismo para orinar, porque no podía aguntar más, dijo.

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Para los más desvalidos, el metro se convierte también en un techo. Aunque algunos, como María M. L. y Gabriel H.,no se contenten con los duros asientos o el suelo de los andenes y, arriesgando sus vidas, se adentren en los túneles en busca de algún hueco en el que conciliar el sueño.

María y Gabriel bajaron no hace mucho a la vía de la línea 1, a la altura de la estación de Menéndez Pelayo, y se perdieron en la oscuridad del túnel. Les hallaron acurrucados en un hueco. Eran las seis y media de la madrugada, según fuentes del suburbano, y hubo que detener la circulación en la línea durante diez minutos. Tenían sueño y no encontraron otro sitio mejor donde dormir, dijeron.

Para constante solivianto de los maquinistas, algunos suicidas también hallan en el metro un lugar adecuado para sus propósitos. Los hay obstinados, y con suerte, como José S. T. Hace unas semanas se acercó al borde del andén y se arrojó a los raíles al ver la luz de un convoy que se aproximada por el túnel. El maquinista, ojo avizor, logró detener la máquina sólo unos metros antes de llegar al cuerpo. Los guardias de seguridad le auparon al andén, pero, en un descuido, el empecinado suicida se arrojó otra vez a la vía, ante la congoja general. El hombre terminó ingresado en un psiquiátrico.

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