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Entrevista:

"España no es ya una incógnita para los socios de la OTAN"

Xavier Vidal-Folch

Carlos Miranda (El Cairo, 1943) es el embajador de España ante la OTAN desde 1991. Antiguo director general para Iberoamérica en Exteriores y de Seguridad y Desarme en Defensa, Miranda ha cubierto cinco años decisivos en la Alianza: culminó el ingreso en sus programas de infraestructura, inició la política mediterránea, impulsó la participación española en las operaciones de paz en Bosnia y la elección de un español, Javier Solana, como secretario general. Testigo y protagonista de un cambio vertiginoso, cesa en su puesto el próximo día 17.Pregunta. ¿Ha cambiado la OTAN tanto como se dice?

Respuesta. Hace cinco años el entonces secretario general, Manfred Wöerner, nos preguntó a los embajadores si podía recibir en su despacho oficial al embajador soviético, que portaba un mensaje de Edvard Shevardnadze. La mayoria opinó que debía dejar la carta en la garita de entrada. Hoy, los militares rusos disponen de oficinas en la sede central y en nuestro cuartel general de Mons.

P. La anécdota revela una categoría.

R. En 1990 ya se ofreció la mano tendida a los antiguos adversarios. La tendencia se afianza a raíz del golpe militar en Moscú. La disolución del Pacto de Varsovia reduce los peligros. La identidad de la OTAN empieza a bascular, de organismo básicamente de defensa -aunque continúe siéndolo- e instrumento para una posible confrontación, a mecanismo de cooperación, sobre todo con el Este, también con el Sur. Eso se completa con su contribución a las tareas de mantenimiento de la paz.

P. ¿Qué efectos internos provoca ese proceso?

R. La evolución de las funciones modifica los órganos que las desarrollan. La dirección de los asuntos políticos ha cobrado mas peso, su actividad se ha duplicado. En época de guerra fría un conflicto habría supuesto la delegación casi absoluta en las autoridades militares. Hoy, la interrelación entre políticos y militares es mucho mayor: no habría lugar para una delegación genérica, aunque tampoco para que los políticos se sumerjan en el micromanagernent de las cuestiones militares.

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P. ¿Qué consecuencias tiene para España?

R. Nuestros acuerdos de coordinación estaban pensados en función del artículo 5 del Tratado de Washington [que establece la defensa mutua de los socios frente a una agresión exterior]. Al cambiar todo el escenario, nos hemos encontrado, al igual que los demás, con la realidad de que la estructura militar integrada, siendo esencial, no sirve suficientemente para las operaciones "fuera de zona", las no contempladas en el artículo 5. Los presupuestos de Defensa se reducen en general. Las nuevas estructuras serán más reducidas. Pero la preocupación de la Alianza Atlántica es que este nuevo tipo de operaciones no mine su capacidad de disuasión para la defensa mutua.

P. ¿Qué ha hecho España en este lustro decisivo?

R. En estos cinco años quedaba culminar con un par de acuerdos el modelo de contribución, ya aplicado. Y, sobre todo, nos incorporamos en 1994 a los programas de infraestructura. Eso ha tenido dos efectos. Primero, puedes acudir a la financiación colectiva: para obras, en tu territorio, que se consideran útiles para la defensa común: radares de alerta temprana búnkeres de protección de cuarteles generales, como el de Torrejón. Segundo, las empresas españolas pueden licitar en los concursos que se convocan para obras en cualquiera de los países miembros.

P. España parece más tímida que Francia en su impulso de la nueva estructura y en sus reivindicaciones.

R. Hemos realizado la labor previa que nos permitirá negociar bien la puesta en práctica de la nueva estructura. Esta debe reflejar en la cadena de mandos la contribución real de cada país a la Alianza. Cierto que a veces parece que Francia lance más las campanas al vuelo, pero lo importante será el resultado final. Algunos problemas han quedado hasta ahora obviados para España, por su no pertenencia a la estructura militar integrada: los derivados de la proximidad regional, como el mando en Gibraltar; o los más generales, como la presencia al nivel adecuado en el cuartel general de Mons.

P. Aflorarán cuando se negocie la entrada en la nueva estructura.

R. Pero para afrontarlos estamos en mejor situación que en 1982, cuando se intentó negociar la entrada en la estructura militar. Hoy España no es una incógnita. Nuestra capacidad de contribución militar está acreditada. Durante 14 años hemos participado en maniobras y operaciones. Nuestros socios conocen la eficacia de nuestras Fuerzas Armadas en operaciones de mantenimiento de la paz, como la realizada con la ONU en la ex Yugoslavia; o en operaciones de interposición, como con la OTAN en lfor, sin referirnos a la guerra del Golfo o al embargo en el Adriático. Nuestro peso negociador es mucho mayor que en 1982. España quiere el peso político y militar que le corresponde en la zona de influencia regional próxima y en el mando global.

P. ¿Cómo se logró elegir a Javier Solana, un español, como secretario general?

R. Precisamente, eso demuestra la plenitud de nuestra integración política en la Alianza y el prestigio entre los socios. Si no, no hubiera habido unanimidad. Hace unos años era impensable. Cuando murió Wöerner, en la ronda de contactos que desembocaría en la elección de Willy Claes, señalé que España no presentaría un candidato, pero que, pese a no estar plenamente integrada en la estructura militar, era capaz de desempeñar el puesto. Nadie planteó objeciones. Cuando se buscó sustituto a Claes, lo recordé. Y al caerse el candidato que proponíamos los europeos, Ruud Lubbers, sólo hubo que reiterarlo. Todos se fijaron en el país, España, y en la persona, Solana, que desempeñaban con eficacia la presidencia de la UE y de la UEO.

P. ¿Perciben los españoles la renovación de la Alianza? ¿Apoyarán la plena integración militar?

R. Creo que sí. Ven que es un organismo importante, que si todo el mundo quiere entrar en él, por algo será, y que, por tanto, es acertado formar parte de él. Y aprecian nuestro papel en Unprofor y en la lfor. Ven efectos prácticos. Están orgullosos de pertenecer a una realidad que hace unos años no comprendían en toda su profundidad. En la nueva estructura militar van a estar todos. Debemos estar donde están todos. La dictadura nos decía que debíamos ser distintos. En democracia, debemos ser como las demás democracias.

P. La ampliación al Este, ¿no empuja a España hacia la periferia de la Alianza?

R. No, porque la OTAN no podrá abstraerse del Mediterráneo, porque España tiene un peso específico, militar y político. Y porque en la Alianza se valora mucho la aportación intelectual y política, colectiva, al debate.

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