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Tribuna
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La pensión

A los presos de las cárceles norteamericanas ha empezado a exigírseles el pago de una pensión. En una cárcel de Alburquerque el estipendio se ha fijado en 10 dólares, pero en la llamada Cárcel del Placer, de California, la tarifa llega a los 71 dólares, unas 9.000 pesetas, por día. Algunos analistas sensibles han alegado que hacer pagar a un preso por su reclusión puede acrecentar el problema, porque lo lógico es que tan pronto salga necesite robar para saldar las facturas. Incluso puede ser que en la penitenciaría, entre otras sevicias, se roben unos a otros con el mismo fin. No se dice, en la noticia de la cadena ABC, que estos analistas no lleven razón. Pero hay una razón superior que entiende bien el pueblo norteamericano. Nada se regala en esta vida.El presupuesto en construcción, ampliación y reformas de cárceles superó los cuatro billones de pesetas en 1.993, y esto desespera a los contribuyentes. Los internos están creciendo al punto de que en agosto de 1995 The Washington Post auguraba que, de seguir la racha, pronto habría más presos que estudiantes universitarios. O, dicho de paso: si la mayoría de universitarios pagan por integrarse en la comunidad, ¿por qué no han de hacerlo los presos para reintegrarse? La idea de que la sociedad es culpable de las desviaciones individuales es superada en Estados Unidos por la tesis de que el individuo es el mayor responsable y el mercado la ley. Esta ecuación es hoy tan contagiosa que ya en Europa las pensiones dejan de considerarse un derecho social. Cada cual ha de pagar por lo que recibe y recibir por lo que paga. ¿Una pensión sin su proporcional contraprestación? ¿Una celda, un menú, unas ropas, un médico sin entregar un dólar? Lo extraño es cómo no se les ha ocurrido antes, y lo más probable es que se les vaya ocurriendo a otros.

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