El ejemplo quebequés
Pujol visita desde hoy Canadá, y en particular Quebec, provincia que aboga, por un estatuto singular
El presidente de la Generalitat catalana, Jordi Pujol, inicia este sábado una visita al Canadá y, en particular, a Quebec, la provincia de mayoría francófona que se debate entre la independencia y la consecución de un estatuto singular como "sociedad distinta" al resto de la federación canadiense. El viaje de Pujol tiene un contenido político y cultural, aunque es difícil disociar ambos planos cuando, tanto en Quebec como en Cataluña, el componente cultural y lingüístico está en la base de sus aspiraciones políticas.Pujol celebrará encuentros en la capital federal, Ottawa, con ministros federales y en Quebec con el primer ministro de la provincia, el líder independentista Lucien Bouchard, y con algunos de sus ministros. El presidente catalán recibirá de manos del primer ministro la Orden Nacional de Quebec. Pujol y Bouchard firmarán un acuerdo marco Quebec-Cataluña, además de otros sectoriales, y sellarán el compromiso de mantener futuros encuentros entre ministros quebequeses y consejeros catalanes.
El nacionalismo moderado catalán no quiere definir el modelo final de Estado en el que se sentirá definitivamente cómodo. Convergència Democrática, el partido de Pujol, prefiere seguir dibujando caminos que permitan avanzar hacia mayores cotas de autogobierno, pero nunca metas finales. Por esto, y por las dispares condiciones políticas, económicas, sociales y culturales, ninguno de los modelos de Estados plurinacionales sirve de espejo para Pujol y los suyos. Tampoco el de Quebec. En Convergència ya se habla a menudo de un modelo catalán.
Los objetivos que se ha fijado hasta ahora Pujol para Cataluña -un alto grado de autonomía y un estatuto especial, diferente al resto de comunidades autónomas, pero encajada en el conjunto español- no son los del Partido Quebequés (PQ) ni los del Bloque Quebequés (BQ), las dos formaciones mayoritarias de la provincia canadiense y abanderadas de la independencia pura y dura o camuflada tras la fórmula, soberanía-asociación con el Canadá anglófono. Los planteamientos de Pujol se asemejan más a los del Partido Liberal del Quebec, que aboga por un federalismo asimétrico que reconozca a Quebec como una sociedad diferente integrada en Canadá.
Esta última opción fue derrotada en referéndum en 1992, tanto en Quebec como en el resto del Canadá. Como también fracasaron, aunque sólo por unas decenas de miles de votos, los refrendos independentistas de 1980 (con René Lévesque como líder del PQ y primer ministro) y de 1995 (bajo el liderazgo de Jaeques Parizeau, del PQ y con Lucien Bouchard como líder del BQ y sucesor de aquél al frente de la provincia). La situación ha entrado aparentemente en un callejón sin salidad.
En junio de 1990 Pujol viajó a Toronto, en la anglófona provincia de Ontario, El primer ministro provincial, Leonard Peterson, dijo de él que era el presidente de una región que era el Quebec de España. Pujol precisó que si bien Cataluña tenía unos problemas similares a los de Quebec (lingüística, cultural, una historia diferente), el conflicto quebequés no era trasladable a la relación Cataluña-España. Más tarde, con ocasión del referéndum por la soberanía, el presidente catalán declaró: "Toda nuestra simpatía por Quebec, pero ellos con su camino y nosotros con el nuestro". El camino de Cataluña ha sido "la negociación para conseguir una interpretación más autonomista de la Constitución".
El ejemplo canadiense resulta, no obstante, muy, interesante para el modelo de Estado pluricultural y plurilingüístico al que aspiran los nacionalistas catalanes. La necesidad de dar satisfacción a la reivindicación de los francófonos -mayoritarios en Quebec, con el 80%, y en minoría en otros territorios- llevó al primer ministro federal Pierre Elliot Trudeau (liberal y quebequés de origen, aunque antisecesionista) a establecer a finales de los años sesenta un bilingüismo oficial en el conjunto del Canadá que ya quisieran para España los españoles de lengua no castellana.
No es obligatorio conocer el inglés o el francés, pero el Estado federal debe proporcionar todos sus servicios (policía, tribunales ...) en ambas lenguas, la televisión estatal dispone de un canal en francés que cubre todo el territorio canadiense; la rotulación de estaciones de tren y aeropuertos es bilingüe; cualquier electrodoméstico debe llevar manual de instrucciones en francés e inglés; la educación primaria y secundaria se imparte en la lengua de elección de los padres (también en las provincias en las que los francófonos son una minoría); en Ontario (provincia anglófona), tres universidades tienen el francés como lengua de enseñanza; y los funcionarios de cierto nivel deben dominar ambas lenguas.
Pero, como contrapartida, en Quebec existen dos redes escolares distintas: una en francés y otra en inglés. Como consecuencia, muchos quebequeses francófonos desconocen el inglés y al revés, lo que da pie a dos comunidades bastante incomunicadas. Un modelo que en nada se parece al de Cataluña, que se caracteriza por un sistema escolar que usa el catalán como lengua vehicular pero que enseña además el castellano. La inmersión al francés de niños anglófonos, un método originario de Canadá e imitado en Cataluña, es voluntaria y sólo afecta a una parte de la población de lengua inglesa, tanto en Quebec como en otras provincias.
Pujol, por otra parte, nunca ha sido partidario del federalismo, que identifica con homogeneizador, aunque el federalismo asimétrico parece que le ha encandilado últimamente.
Quebec tiene 7.200.000 habitantes, el 25% del total dé Canadá. El 80% de la población es francófona, el 8% anglófona y el 9% anglófona (inmigrantes que no tienen ni el francés ni el inglés como lengua materna). Hay también una población autóctona, indios e inuits. Los niños alófonos tienen la obligación de estudiar en lengua francesa. Fuera de la provincia vive un millón de canadienses francófonos.
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