selecciones y sus técnicos

La Euro 96 termina en Inglaterra y el giro acogedor de su eslogan: "El fútbol llega a casa", invita a la reflexión. Volvió es cierto, al lugar de su origen organizativo después de un viaje apasionante de un siglo de duración en el que logró colonizar el mundo. Cambiado pero reconocible, célebre, musculado como fenómeno y como negocio, favorecido por el perfecto matrimonio de conveniencias con la televisión, polémico, siempre emotivo y a veces hemoso.Lo lúdico como necesidad encontró en la orgullosa Inglaterra un conjunto de reglas sabias y simples que en cada país fueron animadas por sentimientos distintos, alegradas por ritmos distintos y diferenciadas por estilos distintos. Se hizo universal y popular; creó sus ritos y sus mitos. Es justo comprenderlo como cultura, igual de justo entenderlo como producto de consumo; es, en fin, auténtico hijo de su siglo.

Ahora, en viaje de vuelta a su cuna, el fútbol padece cierta perplejidad, quizá porque cuando las referencias sociales no son claras resulta fácil confundirse en todo;- Los que lo logran de modo más descarnado (la confusión, digo) son aquellos pragmáticos que no saben sonar ni para atrás ni para adelante: esto es, carecen de memoria y de imaginación.

Hace algunos anos, cuando los entrenadores eran menos importantes, cada selección se parecía al país que. representaba. Hoy sólo se parecen a sus seleccionadores: ya no sorprende ver a Italia ordenada en zona o a Inglaterra con la figura del líbero. Cuando Carlos Salvador Bilardo se hizo cargo del equipo nacional de Argentina con ideas pocos tradicionales, se encontró con resistencias serias que desactivó con una frase contundente: "Quiero que me entiendan 20 jugadores, no 30 millones de argentinos". Como es más fácil tener razón cuando se gana, lo entendieron después del Mundial 86.Seguramente no para siempre.

La tendencia a realizar un fútbol sistematizado rompe los hilos misteriosos que el instinto de¡ jugador tiende con su entorno social. No hacer lo que uno siente sino lo que a uno le mandan está rompiendo el sentido de pertenencia del jugador que sugirió a Francisco Maturana la frase: "Se juega como se es". En cualquier momento un soberbio de los que abundan la puede modificar: "Se juega como soy", dirá. Por eso, conocer y respetar la sensibilidad del país o de la ciudad donde se trabaja es un signo de inteligencia del entrenador.