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A la sombra de Deng

Nunca un líder chino acumuló tantos cargos y nunca ninguno se vio obligado a soportar durante tanto tiempo la sombra del emperador enfermo sobre su mando. Jiang Zemin, que en agosto cumplirá 70 años, llegó a la cumbre del poder chino sin más apoyo que el decisivo de Deng Xiaoping. Siete años han pasado desde entonces y el presidente de la República, secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) y presidente de la superpoderosa Comisión Militar Central sigue tratando de hacerse su propio hueco entre las filas del partido y del Ejército.A caballo entre puristas y reformistas, Jiang, sobre todo en los últimos tiempos, en que la locomotora de la economía marcha a un ritmo del 10% de crecimiento anual, parece dedicarse a mejorar la imagen del partido y a defender la necesidad de una ideología firme. "No podemos sacrificar la cultura y la ideología simplemente por un corto periodo de desarrollo económico", dijo el pasado 24 de enero durante una reunión con los jefes provinciales de propaganda.Y es que este ingeniero, que durante años se encargó del suministro eléctrico de una fábrica de productos alimenticios y otra jabón, ambas en Shanghai, y después, hasta 1956, fue aprendiz en la planta automovilística Stalin de Moscú, se enfrenta a la necesidad de escapar de la sombra de su mentor para establecerse él mismo como líder. La tarea no es fácil. Deng quiso empujarle diciendo públicamente que Mao Zedong representaba a la primera generación de revolucionarios chinos; él, Deng Xiaoping, a la segunda, y Jiang, a la tercera. Sin embargo, para acallar a la vieja guardia hubo que buscar hasta un sexto tío, muerto en una emboscada de los invasores japoneses en 1939, para hallar al héroe de la familia Jiang.Corría el mes de junio de 1989. El liderazgo chino acababa de sufrir su golpe más fuerte desde la muerte de Mao Zedong. La revuelta estudiantil de Tiananmen, que puso en jaque al PCCh, acabó primero con el cese fulminante, por "débil", del secretario general del PCCh, Zhao Ziyang, y después con las calles de la capital teñidas de sangre. Jiang, mitad tecnócrata mitad apparátchik, era entonces jefe del partido en Shanghai, donde estudiantes y obreros tomaron la antorcha de la lucha de Pekín, pero Jiang logró encauzar la protesta y acabar pacíficamente con ella.¿Fue esto lo que le lanzó al escenario nacional? Es difícil imaginar las razones que llevaron a Deng a colocar al frente del PCCh a un absoluto desconocido más allá del gran puerto de China. Su paso por la alcaldía de Shanghai (1985-1987) dejó el recuerdo de un hombre amable, buen organizador y gestor. La fama que destiló al frente del PCCh de la segunda ciudad de China (1987-1989) fue la de un centrista, más preocupado por luchar contra la corrupción dentro del partido, que por la ideología.

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Pocos meses después, en noviembre de 1989, Deng dio un nuevo espaldarazo a su delfín. El anciano dirigente, que entonces contaba 85 años, le cedió la presidencia de la superpoderosa Comisión Militar Central (CMC). Deng abandonaba su último cargo para tutelar desde los bastidores a Jiang Zemin, que declaraba a una delegación japonesa que el arquitecto de la reforma actuaría como el gran consejero.

Al general Yang Shangkun, entonces presidente de la República y vicepresidente de la CMC, la decisión de Deng le sentó como una patada en el estómago. Con sólo tres años menos que el pequeño timonel, Yang tenía una salud de hierro y creía contar con las bazas suficientes como para sustituirle. Jiang necesitó años para desbancar a Yang de la jefatura del Estado (1993) y para expulsar (1995) a su hermano, Yang Baibing, otro duro, de la secretaría general de la CMC. Esto no significa que el heredero", como se le conoce políticamente, se haya liberado de la eventual amenaza que le presentará a la muerte de Deng a facción del Ejército Popular de Liberación y del PCCh que lideran los Yang. Frente a ésta, por el otro extremo, la facción de los reformistas le acusa de no liberar suficientemente la economía de manera que se fuerze la apertura del régimen.

El año pasado, Jiang Zemin se atrevió a probar su poder y decidió acabar con la carrera política de Chen Xitong, un hombre muy cercano a Deng Xlaoping. Chen, ex alcalde de Pekín, era secretario general del PCCh en la capital china cuando se hizo pública su vinculación a un tremendo escándalo de corrupción que afectaba a la cadena de hamburgueserías norteamericana McDonald's.

Cuando las circunstancias lo han requerido, Jiang también ha sabido desprenderse de uno de los pocos fieles con que cuenta entre los uniformados. Días atrás destituyó al general de brigada y jefe de la Policía Popular Armada, Ba Zhongtan, por no haber protegido convenientemente al vicepresidente de la Asamblea Popular Nacional Li Peiyao, asesinado en su casa por un agente de este cuerpo que custodiaba la vivienda.

Al parecer, nadie contesta el liderazgo de Jiang, que en la actualidad ejerce el mando de forma más o menos colegiada con los restantes seis miembros del Comité Permanente del Buró Político del PCCh, el máximo órgano de poder en China. Sin embargo, la siempre turbulenta y complicada dirección del imperio del Centro deja pocas dudas de que las espadas están levantadas a la espera de que se desvanezca la sombra de Deng.

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