Eurocopa rácana
Demasiada igualdad. Y demasiada monotonía, por consiguiente. Pocos jugadores brillantes, en muchos casos porque algunos seleccionadores prefirieron dejarles en casa. Y los pocos que hay, muy marcados. Mucha disciplina, mucha cautela. Mucho nadar y guardar la ropa. Mucho empate y en general pocos goles. Mucho para olvidar.Se notó Klinsmann. Alemania tiene pocos atacantes en este ciclo de su historia. Sin Klinsmann se queda en muy poco. Le falta el faro, el referente, la diana. Sólo en la prórroga, cuando se atrevió a enviar a Moeller adelante, fue un equipo con presencia en ataque.
Muy previsible. Ha sido el defecto del equipo inglés durante toda la Eurocopa, salvo medio partido en el que barrió a una descolocadísima Holanda: es demasiado previsible. Poca fantasía. Calidad en McManaman, pero con dos se le puede empujar a la banda y cerrarle los caminos; ingenio en Gaiscoigne, pero demasiados kilos de más; olfato en Shearer, pero le llegan pocos balones. Todo demasiado controlable.
El gol de oro. O el gol que nunca existió. Todos lo esperamos con ansiedad, porque se anuncia como algo único, inapelable, definitivo. Pero esta Eurocopa rácana no nos permite disfrutarlo. Un palo aquí, un defensa que se cruza allá, Seaman que mete una mano, Gascoigne que llega tarde al segundo palo... No hay manera.
Ahí estamos. Empatamos con Alemania en el Mundial. Y con Inglaterra hace pocos días. No estábamos en esta semifinal, pero la veíamos por la tele y no había mucho que envidiar. Quizá la convicción, el consenso, la unidad de propósito. Pero en otras cosas ganábamos a ambos.
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