_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Temblad, ingleses!

He declarado la guerra a Inglaterra.¡Temblad, ingleses!

La fecha de la invasión -el día D, la hora H, en terminología cuartelera- no se debe desvelar. Como dice mi amigo el poeta, uno será tonto, pero no gilipollas. Baste anunciar que llegaré por tierra, mar o aire. Los ingleses se van a enterar.

Las relaciones ya venían siendo tensas desde 1713. Entonces a un no había nacido yo pero le faltaba poco. En cualquier caso llegué a este valle de lágrimas con la frustración de que los ingleses se hubieran apoderado del Peñón Gibraltar por la cara y el Tratado de Utrech les reconociera la soberanía.

De pequeñín me arrullaban con una letrilla de pasodoble que decía "La bandera inglesa en el peñón de Gibraltá, que vergüensa da, que vergüensa da", de manera que me dormía pensando en los ingleses y luego sufría pesadillas.

Así que han sido dos siglos y medio de rencor. Y uno lo soportaba en silencio. Mas las manifestaciones acerca de nuestra naturaleza y nuestras procelosas vicisitudes que han hecho el Mirror y otros libelos con motivo del trascendental encuentro Inglaterra-España en Wembley constituyen una ofensa que sólo se puede lavar a sangre y fuego.

He roto las hostilidades. La guerra ha empezado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

No me han ofendido las alusiones a Don Juan. De Don Juan habría mucho que hablar. Gregorio Marañón estudió al personaje en un memorable ensayo y dedujo que en el fondo era mariquita. Obviamente, no lo vamos a crucificar por eso. Mariquitas hay muchos en España y en el mundo -Inglaterra da buen censo- y tienen pleno derecho a vivir pacíficamente sin detrimento de sus gustos y aficiones. No me han ofendido las alusiones al bigote de las españolas. Españolas bigotudas abundaban en este país y si ahora hay menos se debe a un debilitamiento de la raza. Más bigotudas son las italianas y el único motivo de que la prensa inglesa no haya dicho nada de ellas es que Italia fue eliminada de la copa de Europa en el momento oportuno. Una vez besé a una italiana; arrimó el morro y me levantó en la boca un sarpullido. No tiene importancia: el sarpullido se pasó pronto con un unto de vaselina y además había merecido la pena. En cambio en otra ocasión besé a una inglesa y me quedé tal cual. Quiso ella repetir y hube de apresurarme a coger un salero y espolvorearla el hocico para que supiera a algo.

No me han ofendido las alusiones a la pérdida de las colonias. Efectivamente, se perdieron: ¿pasa algo? Tampoco, la Commonwealth vive sus mejores horas. Africanos e indios -entre otros pueblos- ya les dieron en su día a los ingleses para ir pasando y si nos entró la risa, supimos aguantamos. La risa -ya se sabe- va por barrios.

No me han ofendido las alusiones a la gripe y otras dolencias de la carne. A fin de cuentas es verdad. La gripe española hizo estragos a principios de siglo. Bueno, no es muy seguro que el nombre respondiera a la causa. Ocurre a veces que el nombre no pasa de ser una ocurrencia caprichosa. Aquí, por ejemplo, tenemos El Corte, Inglés, que ni es corte ni es inglés. A la gripe la llamaron española en unos sitios, influenza en otros y la realidad es que tenía su origen en Alemania, donde la bautizaron grippe y ese nombre le quedó.

Otrosí, resulta discutible que Colón trajera la sífilis, mientras es incuestionable que cuando los ingleses estuvieron en nuestro país pegando bombazos y dando la lata, lo pusieron perdido de ladillas.

Ninguna de estas alusiones, ni las restantes que han hecho el Mirror y otros libelos, me han ofendido. Lo que me ha herido gravemente ha sido la descalificación de la paella. ¿Cómo se puede llamar a la paella adoquín? ¿Quiénes se han creído que son los ingleses para insultar esta fastuosa creación culinaria, pasmo de la Humanidad entera?

El complejo y la incapacidad de concebir esa mezcla melosa del arroz y el conejo -valen mariscos también-, de lograr a un tiempo la suave cocción y el bravío socarrat es lo que les ha llevado a la infamia. Este es un casus belli. ¡A ellos, pues! Guerra sin cuartel. Sepan los ingleses que en breve caeré sobre Inglaterra acompañado de la mujer barbuda. El que avisa no es traidor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_