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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciudades habitables

LAS NACIONES Unidas han convocado cinco grandes cumbres sectoriales desde 1992, y la última, la que el viernes se cerró en Estambul sobre el problema de las ciudades, ha presentado síntomas de agotamiento con una llamativa falta de líderes políticos. La mengua de pompa puede afectar a esta conferencia, Hábitat Il, en su repercusión mediática, pero la experiencia de las otras cumbres demuestra que es muy difícil ir más allá de una declaración de buenas intenciones cuando se trata de poner remedio a la marginación de la mujer o a la pobreza. En todo caso, la convocatoria permite reabrir el debate sobre la cuestión, y éste es el resultado más claro y positivo de estas asambleas multitudinarias.Como en otras ocasiones, el Vaticano y algunos Estados confesionales -católicos y musulmanes- han vuelto a dificultar la negociación final al no admitir en el capítulo del control demográfico el apoyo a las políticas anticonceptivas, por mucho que se planteen en términos de opción personal y en ningún caso como una conducta impuesta.

En el año 2000, la mitad de la población vivirá en las ciudades y 28 de ellas superarán los ocho millones de habitantes. Algunas, como México y Sáo Paulo, albergan ya entre 20 y 25 millones de personas. La ingeniería urbana no basta para solucionar los múltiples problemas de estas megalópolis. El de la vivienda es, sin duda, el más acuciante, aunque se plantee de muy diverso modo en las urbes de los países desarrollados y en las del Tercer Mundo. Sin retocar modelos de desarrollo no se paliará esta dramática aglomeración de seres humanos que viven en unas condiciones que ni tan siquiera les permiten sentirse vecinos de una ciudad que padecen.

Indudablemente, no se puede aplicar una fórmula homogénea para frenar el vaciado de los centros urbanos norteamericanos o el crecimiento exponencial de algunos planetas suburbiales en América o Asia. De ahí que el papel de los alcaldes debe reconocerse, y ello implica una cesión de poder a la que se muestran reticentes las administraciones regionales o estatales. Entre las ciudades subordinadas a un crecimiento que no controlan y las que intentan sobrevivir convirtiéndose en un parque temático para turistas -ahora que los parques temáticos organizan mastodónticas simulaciones de agradables ciudades-, hay que encontrar una salida a este tipo de organización humana que cada vez se muestra más como una necesidad básica de la misma democracia.

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