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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Diálogo provisional

EN AUSENCIA del Sinn Fein, las conversaciones para la paz en Irlanda del Norte no podrán ir muy lejos. Pero la admisión en las mismas del brazo político del IRA sin que ese grupo restaure la tregua rota en febrero habría sido aún peor. Un diálogo político en el que una de las partes no renuncia a emplear la violencia si la marcha del proceso no le satisface no es un diálogo para la paz, sino un estímulo para la prolongación indefinida de la guerra. Así lo piensan todos los demás participantes, que representan al 85% de la población. También lo piensa, según una encuesta publicada estos días, el 84% de votantes del Sinn Fein, partidarios de renovar la tregua. Es posible incluso que lo piensen -en su fuero interno- los dirigentes de ese partido. El que no parece pensarlo es el IRA.El problema de toda negociación consiste en saber hasta dónde puede ceder la otra parte. Algunos afirman que fue Londres el que forzó las cosas al exigir la entrega de las armas por parte del IRA, aunque se trataba de una entrega simbólica, indicativa de la voluntad de renuncia definitiva a la violencia. Sin embargo, tal interpretación supone ignorar que el conflicto no se plantea entre dos interlocutores, los republicanos y el Gobierno británico, sino, como mínimo, entre tres: también hay que considerar a la comunidad protestante, mayoritaria en el territorio. Y sin la entrega de las armas o al menos la tregua del IRA, los unionistas no tienen interés alguno en iniciar unas conversaciones destinadas a modificar un statu quo que les favorece.

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Por lo mismo, deberían ser los republicanos los más interesados en las conversaciones, es decir, en la sustitución del lenguaje de la guerra por el de la política, se supone que si se negocia no es para mantener las cosas como están. El problema es que los militaristas conciben la negociación como la recogida de los frutos de la violencia. Esa lógica es incompatible con la dinámica de paz abierta en 1994 e interrumpida por el IRA en febrero. Mientras Gerry Adams y compañía no sean capaces de convencer de eso a los jefes del IRA, el proceso no podrá avanzar, o avanzará sin ellos.

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Cabe, sin embargo, una interpretación menos pesimista de lo sucedido ayer. La no presencia del Sinn Fein ha obligado a lan Paisley, representante del unionismo radical y reticente al proceso, a sumarse al foro negociador. Tal vez el IRA acabe de clarando la tregua, lo que permitiría la incorporación del Sinn Fein con el proceso ya en marcha, y esto, a su vez, dificultaría la espantada de Paisley. Pero para que las cosas se produjeran de esa manera sería preciso que los jefes del IRA demostrasen una inteligencia de la que hasta el momento no han dado muestras.

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