El mundo del crimen mueve 60 billones

Bajo su terno marengo sedoso no se adivina la rigidez metálica de un Smith and Wesson. Escruta con las pupilas y tiene los dedos afilados, felina virtud de los cazadores de pesquisas. Trabaja sobre las infovías y las redes informáticas policíales, que han destronado para siempre la lupa de Sherlock Holmes. Centraliza la información privilegiada de las policías de 170 países.Es Raymond E. Kendall, el secretario general de la Interpol, experto sabueso en estafas financieras, convencido de que economía y delito preludian siempre un truculento binomio.

La aldea global que proclamó el presidente de Citycorp en su nido de águilas de Wall Street entraña un riesgo. El dinero quema en las manos, y su acelerada circulación internacional esconde importantes fondos criminales.

A juicio de Raymond E. Kendall, en las cajas fuertes no entra siempre trigo limpio: "Los funcionarios públicos de algunos Estados y de bancos implicados en procesos de corrupción y la debilidad institucional de países africanos o asiáticos dirigidos por los llamados señores de la guerra constituyen una de las grandes pistas del blanqueo. La bola de dinero criminal que se mueve por el mundo en busca de refugio en cuentas cifradas es de 500.000 millones de dólares [60 billones de pesetas]".

Kendall participó la pasada semana como invitado en el Global Forum, organizado en Barcelona por la revista norteamericana Fortune. En un grupo de 150 altos directivos de compañías multinacionales y líderes políticos de varios países -entre ellos, los ex presidentes de Francia Valéry Giscard d'Estaing y de Estados Unidos George Bush- destacó, por insólita, la presencia del jefe de la Interpol, el policía con mayor peso institucional del planeta.Criado en el condado de Kent y licenciado en Exeter College de Oxford, fue baqueteado por Scotland Yard de Londres en los docklands ribereños, bañados por las aguas del brumoso Támesis. Desempeñó misiones especiales en el territorio del África anglófona y hasta rozó la gloria de los agentes secretos en el límite de la guerra fría en 1984, cuando obtuvo la medalla de la reina Isabel por servicios policiales distinguidos. Desde hace 10 años, el caballero Kendall está en la cúspide de la poderosa Interpol, en el cuartel general de Saint-Claude, en Francia.

Más que un policía, Kendall es un policía de policías. Pero en su corazón debe de quedar un irreductible poso de caballero andante por las calles del delito. Proclama una batalla sin cuartel contra el Leviatán del milenio: la droga. Sin pelos en la lengua: "Sí, España siempre ha sido una base del narcotráfico. Es lógico, por su proximidad cultural con Latinoamérica. Es un país de tránsito de la cocaína. La situación es difícil, pero la agencia española contra el narcotráfico es excelente".

Le interesan más las causas que sus efectos: "El escenario consiste en que hay países productores, países de tránsito y países consumidores. Nosotros somos los países consumidores, y no estamos haciendo lo suficiente para tratar de frenar el abuso del consumo de drogas. Deberíamos hacer más en este sentido y no decir que los responsables son los que producen la droga. Al fin y al cabo, es un mercado. Si hay productores es porque hay consumidores".

La Interpol es una organización internacional vertebrada desde el núcleo de seguridad de los países más industrializados de la tierra, el G-7. Su cuerpo de élite es la task force de los países del G-7, que en los últimos años ha concentrado esfuerzos para frenar el ascenso espectacular del delito entre los Cárpatos y los Urales. "En Rusia hay 4.000 grupos delictivos organizados, y en otros países del este de Europa, como Polonia, hay 400; pero no están estructurados como la Mafia italiana".

Pero los demonios familiares nunca cambian: "El verdadero peligro sigue estando en los grupos bien organizados, como la Mafia italiana, los yakuza japoneses y las tríadas en Estados Unidos y los países del sureste asiático como Corea, Hong Kong y Singapur".