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Yeltsin dice en Grozni que Chechenia es Rusia y anuncia un estatuto de autonomía para junio

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, manifestó ayer que Chechenia continuará siendo parte del Estado ruso durante una sorprendente visita relámpago a aquella república norcaucásica, donde anunció que la paz es inminente y se mostró confiado en que Grozni y Moscú firmen un estatuto de autonomía entre las dos vueltas de las elecciones rusas -la primera, el 16 de junio- Yeltsin, que visita por primera vez Chechenia en calidad de máximo líder ruso, arengó a las Fuerzas Armadas en el bien atrincherado aeropuerto de Severnii, en las afueras de Grozni, y se desplazó al pueblo de PravoberézImoye.

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Con la astucia que aplica a la defensa de sus intereses, el líder ruso dejó a Zeliniján Yandarbíev, el sucesor de Dzhojar Dudáiev, y a los dirigentes independentistas chechenos, que habían sido sus interlocutores el día anterior, prácticamente encerrados como rehenes en una dacha (villa) oficial de las afueras de Moscú.Con independencia de cómo evolucione la situación, Yeltsin ha obtenido un gran éxito propagandístico con sus últimas iniciativas de cara a las elecciones presidenciales. Tras el espectacular encuentro con Yandarbíev en el Kremlin y la firma de un protocolo para acabar la confrontación armada a partir del 1 de junio e intercambiar prisioneros en el plazo de 15 días, el presidente voló ayer a primera hora hacia el Cáucaso y aterrizó a las 11 de la mañana en Mozdok, la principal base militar rusa, en la zona, que está en la república de Osetía del Norte.

Desde Mozdók, en helicóptero, Yeltsin se trasladó al pueblo de PravoberézImoye, que, como su nombre en ruso indica, está en la orilla derecha del río Terek, es decir en la zona que tradicionalmente fue habitada por cosacos y que no ha sufrido la guerra con la intensidad de otros territorios situados en la orilla izquierda de aquel río.

A los soldados del regimiento motorizado 205, que le recibieron en su acuartelamiento de Sevemii, Yeltsin les dijo que su esfuerzo no había sido en vano y que la intervención militar había sido necesaria para restablecer la paz y la legalidad en Chechenia. El presidente reconoció, sin embargo, que en ésta se habían realizado "errores y serias faltas" y afirmó que no pretendía "evadir" la culpa. "No voy a cargar las culpas de los errores políticos sobre los hombros de los soldados rusos, pues precisamente ellos desempeñaron el papel decisivo en el aplastamiento de los motines", señaló Yeltsin que iba acompañado del ministro de Defensa, Pável Grachov y el ministro del Interior, Anatoli Kulikov.

"Nuestra principal tarea es no permitir que se repitan los errores del año pasado, no dejar que los guerrilleros se recuperen tras su sensible derrota", señaló Yeltsin.

El presidente ruso se entrevistó también, con el jefe de la administración moscovita de la república, Doku Zavgáiev, quien el día anterior formaba parte de la delegación rusa que se entrevistó con los independentistas en el Kremlin. La entrevista con Yeltsin ayer tenía una importancia simbólica, ya que confería a Zavgáiev la posición de interlocutor independiente en el conflicto, tal como quieren los rusos y como se niegan a aceptar los chechenos independentistas. Yeltsin se refirió a la necesidad de realizar elecciones al Parlamento checheno con presencia de observadores internacionales y de elaborar una Constitución para la república.

El estatuto de Chechenia, que no se debatió en el Kremlin, sigue siendo un punto conflictivo, pero Yeltsin manifestó en Mozdók que hay que "demostrar que la república chechena está en Rusia y no en otra parte". El presidente se mostró confiado en que será posible firmar un acuerdo entre Chechenia y el poder central ruso el próximo 30 de junio o a principios de julio en el Kremlin, es decir, entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales. Yeltsin colmó de promesas a los chechenos con los que conversó, asegurándoles que se les pagarán los sueldos y pensiones atrasadas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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