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La Unión Europea se juega su porvenir en la mejora de su competitividad y la lucha contra el paro

Europa tiene por delante serios desafíos, mantener la protección social sin perder competitividad e incluso generando empleo, y acoger además en sus organizaciones a las jóvenes democracias del Este del continente sin que su desembarco las convierta en ineficaces.Sobre cómo resolver estas aparentes contradicciones debatieron ayer en Madrid ocho destacadas personalidades, españolas y extranjeras, en el marco de un coloquio sobre El futuro de Europa, organizado por EL PAÍS con motivo de su XX aniversario y moderado por el primer director del periódico, Juan Luis Cebrián (hoy consejero delegado de PRISA), y el actual, Jesús Ceberio.

Todos los oradores recordaron de entrada lo que había supuesto la irrupción de EL PAÍS hace 20 años y lo que sigue significando hoy. Ramón de Miguel, secretario de Estado para la Unión Europea, agradeció al periódico que ayude "a que mucha gente entienda mejor el mundo europeo". Jesús de Polanco, presidente de EL PAÍS, que clausuré el debate, lamentó que la integración europea haya "descuidado la dimensión de la sociedad civil", y echó de menos que no exista "aún un diario auténticamente europeo". "El mundo de la comunicación no tiene todavía una dimensión europea evidente", añadió.

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El objetivo a alcanzar por la UE es, según Javier Solana, secretario general de la OTAN, "mantener un nivel de protección social en un mercado abierto" a la competencia de economías con costes más bajos. "Tenemos que adaptarnos" recortando el Estado del bienestar. "¿Cuánto? Lo menos posible". Eso se logra, según el escritor Jorge Semprún, "articulando una política económica y social que mantenga el interés por lo público y que desarrolle la economía de mercado".

Para José María Maravall, ex ministro de Educación, no es tan fácil: "El dilema está entre menos empleo y menos desigualdad social", porque se preserva la protección, "y más empleo y más desigualdad y más pobreza" porque se desmantela el Estado providencia. Lo que hay que reducir también es el enorme gasto de la política agrícola, que absorbe más de la mitad del presupuesto de la UE, aseguró el alemán Klaus Hänch, presidente del Parlamento Europeo.

Además de mejorar la competitividad, la aplicación de los criterios de Maastricht para acceder a la moneda única en 1999 es necesaria para crear las condiciones de crecimiento económico en el Viejo Continente. Hänch criticó a quienes hablan de diferir la introducción del euro. "Aplazarla significará cancelarla", sentenció. Mario Soares, ex presidente de Portugal, advirtió también contra la tentación de no respetar los requisitos, como la tuvo Italia.

Manuel Pizarro, vicepresidente de la Bolsa de Madrid, invitó "a dejar de jugar a no ver lo que va a suceder", y vaticinó que casi ningún país será capaz de colocar su deuda pública por debajo del 60% del Producto Interior Bruto tal y como exige Maastricht. Vaticinó que España cumplirá en 1997, cuando se hará la selección de los que disfrutarán del euro, tres de los cuatro criterios de Maastricht. Concluyó comparando la actual situación de Europa "con la de los romanos frente a los bárbaros del Norte" que, pese a su escasa sofisticación, derrotaron al imperio.

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