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Simetría

Enrique Gil Calvo

Según la doctrina, las transiciones a la democracia desde un Gobierno autoritario no se pueden dar por plenamente consolidadas hasta que se haya producido con éxito la segunda alternancia en el relevo del poder: es lo que sostiene Huntington, por ejemplo, según hace poco nos recordaba Pradera. Pero, si llevamos esta hipótesis hasta sus últimas consecuencias, deberemos proponer la existencia de una cierta simetría entre los mandatos políticos efectivos de las dos mayorías que alternativamente se sucedan: primero la de centro-izquierda, seguida después -ahora- por la de centro-derecha.Quiero decir con ello que, para cumplirse el axioma de Huntington, no es suficiente que Aznar haya ganado por fin las elecciones -permitiendo que la derecha española llegue democráticamente al poder-, sino que haría falta, además, que gobernase durante una legislatura al menos con plena normalidad, aplicando con éxito su propio programa. Y ello implicaría que llegase a ejecutar una serie de realizaciones, en bien del centro-derecha, que fueran en alguna medida comparables a las que González realizó en bien del centro-izquierda. Hasta que esta simetría de Gobiernos alternantes no se hubiera producido, nuestra postransición no se podría dar por consolidada.

¿Existen bases formales para dibujar alguna proyección simétrica entre ambas ejecutorias: la ya realizada por González y la que está comenzando Aznar? Creo que sí. Pensemos, por ejemplo, en el clímax político de sus respectivas llegadas al poder. Es cierto que el triunfo en las urnas de Aznar no habría sido posible sin la ayuda interesada de cierta prensa ultra, a la que por motivos no siempre confesables le convino airear los graves escándalos protagonizados por el PSOE. Pero algo análogo le sucedió a González, cuya victoria electoral se produjo al tercer intento y sólo tras la intensa campiña ultra de escándalos en desprestigio de Suárez.

Por lo demás, para poder llegar al poder, el PSOE se vio obligado a aggiornarse: a desmarxistizarse primero para poder recabar después el asentimiento de los mercados y el consentimiento de los militares. Éste fue el mayor tributo que debió pagar González para que se le permitiese llegar a ejercer el poder: el de aceptar por fin el resultado de la Guerra Civil, renunciando a tomarse la revancha, dándola definitivamente por terminada y haciendo las paces tanto con el Ejército como con el capital. Pero este paso de González no supuso una cesión, ni mucho menos una rendición, sino que significó un gesto de gran trascendencia histórica, que permitió modernizar a la izquierda española -exceptuado su residuo comunista- y sincronizarla con el resto de Europa. Fue el peaje que hubo de pagar González para acometer las grandes realizaciones de su mandato: redistribución de la renta, corrección de las desigualdades, cambio femenino, democratización de la enseñanza, construcción del Estado de bienestar.

Pues bien, Aznar tendrá que hacer desde la derecha un aggiornamiento semejante. Ya lo ha hecho en parte, pues para poder llegar a gobernar ha debido hacer las paces -es decir, pactar- con los separatistas, dando también por superada la Guerra Civil. Pero no basta con eso, pues además debe hacer también las paces con el movimiento obrero: el otro gran enemigo de aquella contienda. He aquí la más importante muestra de simetría: si González, para poder acometer su ejecutoria de gobierno, hubo de pactar con la burguesía y los mercados, Aznar deberá pactar con la clase obrera y los sindicatos. Por eso es tan preocupante el relativo fracaso con que se ha iniciado el diálogo social. Pues la ejecutoria histórica que se espera del mandato de Aznar es que ponga fin al hiperdesempleo que se creó con la transición: y para que ésta se consolide de verdad hace falta que el empleo crezca hasta niveles europeos. Lo cual exige el consentimiento del movimiento obrero, que guarda intacto su poder de veto.

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