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49º FESTIVAL DE CANNES

Cinco gatos al agua

La única quiniela que nunca falla en Cannes es la que pone una equis en la casilla de que alguna película francesa se lleva el gato al agua. Como este año hay entre las 22 concursantes nada menos que cinco de cosecha propia, la amenaza de pluralidad de gatos mojados aumenta. Y lo más crudo es que premiar a tres de ellas sería esta vez (no otras, en las que hubo broncas estruendosas por esta causa) irreprochable, porque son buenas e incluso una (Los ladrones) endemoniadamente buena.Otra cosa es adivinar cuáles serán las películas extranjeras compañeras en beatificación. En este capítulo la quiniela se convierte en cábala, aunque algunos indicios soplen verdades como paños. Por ejemplo, que papá Coppola ha bendecido un rincón del palmarés para que lo ocupe su discípulo Joel Coen es un susurro a gritos. Pero de nuevo viene lo crudo: Fargo se lo merecería, porque es estupenda.

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Y así hasta la cuenta de nunca acabar. En los festivales normales suele haber una o dos grandes películas, seguidas por un regimiento de morralla. Pero éste es un festival anormal, porque hay 10 excelentes obras y no hay suficiente cebada en el pesebre del palmarés para alimentar tanto burro. Así que puede haber injusticias de patada en la entrepierna en las componendas de los equilibristas del jurado, del que forma parte Atom Egoyan, amigo y compatriota de David Cronenberg, por lo que cunde el temor (más bien pánico) a que el obsceno engendro Crash salga de aquí nadando en agua bendita, que es lo mismo que pasa con Belleza robada, último gatillazo de Bertolucci, que como se sabe tiene en ésta su casa más padrinos que el hijo del cura en una aldea.

Por eso, en las cábalas de los cannólogos salen dos o tres puntos tan feroces que ponen de punta (de pura envidia) los pelos de las plantas de los pies del cadáver de Al Capone. Salvo que lo imprevisible (si se exceptúa el autopremio, que nunca falla) de Cannes salga a relucir en forma de franciscanismo y los dos premios gordos (Palma de Oro y Especial del Jurado) vayan a parar a manos de los mejores: Lars von Trier por Breaking the waves y Mike Leigh por Secretos y mentiras; y la pedrea caiga enteramente en las manos de los ocho magníficos -Techiné, Medem, Ruiz, De Heer, Kaurismaki, Coen, Frears y Altman-, con los que los dos genios antes citados suman esos 10 grandes creadores de las 10 aludidas mejores películas de este inmejorable Cannes 96.

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