Con el arma favorita
La torrija. La meta próxima y más nervios que nunca. El Atlético de los primeros 20 minutos fue irreconocible. Todo lo hacía mal, desde la colocación en el campo hasta el manejo del balón. Algunos de sus jugadores fueron auténticos zombies.
El perdón. El Tenerife salió fuerte, animoso y acertado. Presionó con genio para arrebatar el balón a sus desconcertados rivales y jugó realmente bien en esa primera fase del partido. Casi salió a llegada de gol por jugada. Pero falló en el remate. Ocasiones realmente clamorosas se fueron al limbo. Cosas del fútbol, cosas de la suerte. Cosas del ángel de la guarda de Molina, que ayer estuvo desastroso recibió ayuda sobrenatural.
El parón. Pantic aprovechó una entrada por detrás de Juanele para hacerse el muerto un buen ratito y enfriar las cosas; Antic aprovechó para dar órdenes sobre la colocación de la defensa; Simeone aprovechó para despertar a los zombies. Cuando Pantic se puso en pie, el partido empezó a ser otro. El Atlético volvió a colocar la defensa donde debe, se despertó, elevó el ánimo y dejó de ser un títere para recuperar su aire de equipo organizado.
Dos velocidades. Aún a raíz de restablecerse el Atlético, el Tenerife mantuvo una ventaja: la velocidad. Al Atlético se le hace muy dura esta rampa final de la Liga. Pero le mantiene en pie la fuerza mental. Y gracias a eso, a su constancia, salvó un punto.
A balón parado. Córner desde el costado izquierdo, sacado por Pantic; tumulto en el primer palo. La jugada favorita del Atlético. Llegó el empate, un empate que vale mucho.
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