Neptuno debe esperar
Atlético y Tenerife empatan y se quedan a un punto del título y de la Copa de la UEFA
El Atlético salió fortalecido de Tenerife, con la moral que otorga rescatar un resultado con el minutero vencido. Un último golpe de suerte le liberó de la derrota. Pero salió de allí sin el título bajo el brazo. El gol agónico y heroico de Biaggini, a la salida de uno de esos saques de esquina que Pantic convierte en oro, no sorteó la insoportable condena de tener que sufrir hasta el último instante. Salvo que el Valencia lo remedie esta noche, el Atlético se jugará el domingo que viene su grandeza a una sola carta. Sigue con la Liga cerca, a tiro de un punto ahora, pero le queda sudor que gotear. Neptuno debe esperar. El Albacete tiene la última palabra.Para el Tenerife la jornada tuvo sabor opuesto. Tuvo la victoria en la mano, la mereció por juego y ocasiones, pero se le escapó por sorpresa a última hora. El gol postrero de Biaggini le arrancó un premio que ya acariciaba: un pasaje definitivo para viajar por Europa el año próximo. La victoria le valía a cualquiera de los dos para asegurarse sus sueños, pero el empate no le servía del todo a ninguno. Las cosas, pues, están como estaban. Sin resolver.
La trascendencia del envite tardó tan sólo cinco minutos en ser proclamada sobre el césped. El campo, de pronto, se llenó de pequeños conflictos (Felipe y Simeone, Llorente y Kiko, Toni y Aguilera) y la temperatura del duelo subió hasta el máximo. La tensión del ambiente encogió al Atlético, que se adaptó peor que su rival a la importancia de los puntos en juego. Pese a lo pregonado. en la víspera por los rojiblancos, fueron ellos los más afectados por esa losa en que se suele convertir la necesidad de ganar.
El encendido comienzo alcanzó también a López Nieto, que, errores puntuales al margen (que los tuvo), siempre estuvo por debajo del partido.
Ese arranque envenenado, eso sí, sólo tuvo un dueño, el Tenerife. Se metió decicido el grupo del alemán Jupp Heynckes en el partido y sacó a escobazos de allí al Atlético, que apareció empequeñecido, muy distante del corte poderoso exhibido durante toda la temporada. Por primera vez, el líder se declaró asustado. Donde el Tenerife se presentó presto y dispuesto, revolucionado como nunca, el Atlético lo hizo entre dormido y acobardado. Quiso recibir el partido de su vida con tranquilidad, frenando voluntariamente la electricidad del momento, y le pudo costar caro.
Empezó el Tenerife por sorprender posicionalmente: Heyrickes remedió sus problemas defensivos (Ramis, Alexis y Hapal faltaban) corrigiendo el 4-4-2 de otras tardes hasta dejarlo en un 3-3-2-2, con tres en el fondo y dos carrileros de largo recorrido. Heynckes adornó su inesperado dibujo con unos detalles determinantes: a presión aguerrida sobre la sala de mandos colchonera, la velocidad por los costados y los balones largos cruzados desde atrás para doblar la adelantada línea defensiva del enemigo. Todos estos factores resultaron nocivos para el Atlético, que, además, lució de salida una actitud mucho menos pasional que su adversario.
El grupo de Antic acabó arrinconado. Sin la pelota, consumido por los nervios (sobre todo Molina, en su tarde más alocada del año) y sin fuerza para levantar la voz. En esa salida tremendamente desigual, el Tenerife rozó el cielo en un puñado de ocasiones: una volea de Pizzi ante Molina (m. 6), un cabezazo suyo al palo (m. 10), un remate fuera de Aguilera a puerta vacía tras una patada al aire de Molina (m. 13), un testarazo ajustado del máximo realizador de la Liga (m. 15). La cosa apuntaba a estar más cerca de dejar resuelto el futuro europeo del Tenerife, que de poder zanjar el título del lado rojiblanco.
A los 20 minutos, la salida explosiva del Tenerife quedó aparentemente clausurada. El Atlético, sostenido exclusivamente hasta enconces por el trabajo sordo de Vizcaíno, se levantó del suelo. Antic improvisó sobre la marcha (adelantó a Caminero, inclinó a Pantic a la derecha y clavó a kiko sobre Jokanovic) y su equipo pudo al fin meterse en el partido. Kiko y Caminero, desaparecidos hasta entonces, se hicieron con el balón, y el Atlético, que acertó a rebajar el ritmo del juego, amagó con tomar el mando y hacerse con la situación. Encontró el control durante un buen rato, pero jamás supo traducirlo en ocasiones de peligro.
Lo que ya parecía domesticado por el grupo rojiblanco, volvió a complicársele en la segunda mitad. Una pared repentina entre Pizzi y Juanele, rubricada finalmente por el goleador del campeonato, sirvió para tumbar la balanza del nuevo del lado tinerfeño.
Al Atlético le costó sobreponerse al gol en contra. De hecho, estuvo expuesto a la puntilla final: Pizzi, por dos veces, y Vivar Dorado tuvieron la sentencia del choque a su alcance.
Fue entonces, a 20 minutos del final del encuentro, cuando el Atlético se decidió a echar el resto. Encontró munición para hacer daño en un par de remates del argentino Biaggini y, sobre todo, en su inagotable repertorio en las acciones a balón parado. Por ahí, por una de esas roscas venenosas que Pantic regala desde la esquina, el Atlético encontró el empate. Un tanto heroico que llevó la firma final de Biaggini (bueno, con la inestimable colaboración de la espalda del defensa local César Gómez), protagonista rojiblanco estelar en el último tramo del campeonato. En los últimos tiempos el joven delantero argentino está empujando a Penev de la titularidad a golpe de goles y velocidad.
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