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Bajo la mano invisible de Balaguer

La sombra del viejo caudillo dominicano Joaquín Balaguer no ha dejado de estar presente día a día en estas elecciones presidenciales recién celebradas en el país caribeño.El presidente Balaguer, de 88 años y ciego, nunca estuvo conforme con la celebración de estos comicios, nacidos a raíz del monumental fraude que se registró en las urnas en 1994 y que le costó la victoria al socialista José Peña Gómez.

De hecho, las elecciones del jueves traerán a la República Dominicana, aunque en segunda vuelta, un nuevo jefe del Estado y permitirán, de una vez por todas, el cambio generacional que la población anhela.

Pero, por encima de todo, los comicios supondrán mandar para siempre al anciano Balaguer a casa.

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Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con que esto se desarrolle así, que sería lo lógico, y no ocultan cierta cautela.

Hay todavía mucha gente en la República Dominicana que no se fía del poder que todavía ostenta Balaguer, y, pese a su ceguera y su ancianidad, le creen capaz de cualquier triquiñuela con tal de mantenerse en el poder después del 16 de agosto, día señalado para el relevo presidencial.

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Peña Gómez, el dirigente socialista que más votos obtuvo el jueves, es tajante y asegura: "No tiene nada que hacer, y si juega a algo es al milagro".

Milagro o no, lo que sí está demostrado es que Balaguer juega. No sólo no ha estado de acuerdo con estas elecciones, que le recortan su fraudulento mandato en dos años, sino que ha estado enviando mensajes continuamente.

El actual mandatario relevó primero a su canciller en plena campaña electoral, lo que aún está sin explicar, y luego rescató de la vida civil para el puesto de jefe de la Policía a un militar retirado de pasado represivo.

También cambió a la cúpula militar sustituyendo a los generales y almirantes que habían suscrito un manifiesto de neutralidad ante las elecciones por otros de su entorno de confianza.

A Jacinto Peynado, su vicepresidente y supuesto candidato, ni lo nombró en el mitin de fin de campaña, húmillándolo y tratando de confundir la opinión pública sobre su voto.

Pero lo más inquietante de todo ha sido su desprecio a la jornada electoral. Ni corto ni perezoso, no sólo no acudió a votar, sino que pasó de largo por la puerta de su colegio electoral, rodeado de militares con ametralladoras y subfusiles, para acudir a un. parque próximo y cumplir así con su tradicional paseo diario, en un claro desafío al resultado de las urnas.

Entretanto, Estados Unidos ha mostrado satisfacción por el desarrollo de las elecciones, que sólo se vieron marcadas por la muerte de un interventor del partido de Peña Gómez.

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