El corazón de El Moro

Alto, delgado, moreno, David Afonso Correira, de 17 años, salió la noche del martes a disfrutar las fiestas de San Isidro con su pandilla del barrio. Pidió 1.000 pesetas a su padre y se lanzó a la calle. El chaval nunca había tenido ningún problema. Vivía en casa de su familia, un segundo piso de Carabanchel, donde compartía habitación con su hermano pequeño, Rubén, de 13 años, y su gato Joe. El mayor dormía en la litera superior. En la habitación, repleta de fotos de toreros -incluido Jesulín de Ubrique-, tenía un pequeño televisor. Su serie preferida era Cosas de casa, de Antena 3.Hijo de un obrero de la construcción y de una empleada de hotel, Afonso estudió en el colegio La Campana y luego en el instituto Miguel Servet. Poco le duró el amor por los libros. En primero de BUP, según su hermano, abandonó los estudios y encaminó sus pasos hacia un oficio artístico: se apuntó a un curso municipal de alfarería. Y acertó. Aquello, aprender a crear formas con arcilla, le gustaba. Pero su mundo ofrecía otros horizontes.
Conocido entre los amigos del barrio como El Moro por su piel tostada, Afonso amaba el fútbol, las chicas -su novia le había dejado hacía poco- y los chistes. Nunca se le conocieron peleas. Ni las buscaba. Por el contrario, los que le conocían destacan de él su talante abierto. "Era un ligón a medias", comentó ayer su compungido hermano.
El día de su muerte, Afonso había aprovechado la tarde para dar una vuelta con la bicicleta de un amigo. Luego, entró en casa, se cambió de ropa y pidió dinero a su padre. Se despidió, sin cenar. Fuera, en un Carabanchel pintado de chulapas, bullía la noche de San Isidro.
Se juntó con sus amigos David, la novia de éste y Miguel Ángel, y echó a andar, vuelta tras vuelta, hasta el concurrido ferial de Arganzuela. Junto a la caseta de la vertiginosa cazuela loca le llegó el primer aviso de aquello que ni él ni sus padres esperaban: la muerte de una puñalada en el corazón.
"Unos señores llegaron de noche a mi casa y se lo dijeron a mi padre. Fue terrible", comentó el hermano. Y es que en casa, lejos de cualquier tragedia, simplemente aguardaban la vuelta de David para que ayudase ese día libre de San Isidro en la construcción de una vivienda que está levantando la familia. Hoy será enterrado a las tres de la tarde en el cementerio de Getafe.
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