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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Roldán, a lo suyo

DESDE QUE hace un año fuera traído a España y puesto a disposición judicial, Luis Roldán se ha mostrado muy locuaz en lo referente a supuestas o reales responsabilidades ajenas en los asuntos de los GAL y de los fondos reservados, pero no ha dicho palabra respecto de las propias, Le asiste, desde luego, el derecho constitucional a no declarar contra sí mismo, pero en la hora definitiva del juicio oral tendrá que elegir entre seguir callado o explicar al fin cómo se enriqueció al amparo de un cargo público tan relevante como la Dirección General de la Guardia Civil. Que Roldán hable o no es asunto suyo (en nada afecta a la marcha de la justicia), pero si permanece en silencio hará bueno el dicho popular de que quien calla otorga.Todo indica que Roldán pretende retrasar al máximo el juicio oral. La Audiencia Provincia] de Madrid se ha tenido que emplear argumentalmente a fondo para desbaratar los intentos de dilatar artificialmente el proceso, lo que podría provocar su puesta en libertad provisional al transcurrir el plazo legal de dos años en prisión preventiva sin haber sido juzgado. Con sus antecedentes de prófugo y los apoyos económicos y de otro tipo con que seguramente cuenta todavía el ex director general de la Guardia civil, habría sido una temeridad llegar a este punto. La Audiencia Provincial de Madrid ha cumplido con su responsabilidad evitando cualquier dilación injustificada del proceso.

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La Audiencia de Madrid sienta a Roldán en el banquillo

De no surgir algún imprevisto procesal, Roldán puede sentarse en el banquillo de los acusados antes del verano. Las partes personadas en el proceso tienen 30 días para calificar la causa y elevar sus conclusiones al tribunal. Después, sólo quedará señalar la fecha del juicio, en el que, además de Roldán, tendrán que comparecer el conjunto de presuntos encubridores y testaferros -hasta13 personas- que le asistieron en sus manejos de los fondos reservados 31 en la obtención y ocultamiento de las comisiones ilegales cobradas en la adjudicación de obras y servicios de la Guardia Civil.

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Que Roldán y su trama respondan de sus fechorías es importante para la salud democrática de este país. Ese objetivo está a punto de conseguirse a despecho de los obstáculos que la justicia ha encontrado en su camino. Primero, por la fuga del principal encausado del sumario. Luego, una vez conducido ante los jueces desde Laos, por la algarabía montada en torno a las condiciones de su detención. Estas no han, impedido, desde criterios estrictos de legalidad, que Roldán sea enjuiciado por todos y cada uno de los delitos de que se le acusó antes de su huida: malversación de caudales públicos, cohecho, prevaricación, estafa, falsedad documental y fraude fiscal.

Pero también constituyeron obstáculos, y no pequeños, las numerosas maniobras de distracción puestas en marcha por el propio Roldán a su vuelta a España con el indisimulado propósito de diluir o minimizar su propio caso de enriquecimiento personal bajo innumerables acusaciones contra todos sus superiores jerárquicos. Roldán dice que se ha decidido a hablar ahora, porque, una vez pasadas las elecciones, nadie podrá acusarle de "conspirar" contra el PSOE y para no dejar en la estacada "a media docena de guardias civiles". Pero sus andanzas de juez en juez contando lo que tiene a bien en cada momento no son de ahora. Se produjeron en las semanas siguientes a su vuelta a España y cuando estaba en juego su procesamiento por todos los delitos que se le imputaban. Y se repiten cuando llega la hora de la verdad del juicio y está a punto de esclarecerse uno de los escándalos más bochornosos de la reciente historia española. Demasiada coincidencia para no ver en esa estrategia algo ya evidente: que Roldán colabora con la justicia cuando le conviene y en la medida que le interesa. Lo demás son monsergas.

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