"Privatízame"
Una graciosa concesión de CiU permitirá al PP vender Telemadrid, pero no hay concesión ni gracia que valga para que el PP permita la desamortización de TV-3 y Canal 33 de las manos de CiU. Esto podría llamarse cláusula de contracorrespondencia, pero los sindicatos madrileños lo llaman de otra manera, por ejemplo, insensatez, falacia, hipocresía e insolidaridad. Hasta ahora, los madrileños nunca habían protestado porque Cataluña contase con dos canales autonómicos, mientras Madrid tiene uno y otras autonomías ninguno. Los madrileños, o - bien comprendían lo del hecho diferencial y la inmersión lingüística, o les importaba una higa tal supremación con tal de seguir ellos con la suya, a menudo coordinada en programas con juntos con, otras televisiones de su nivel, incluso con el canal en castellano de Euskaltelebista, con todas menos con TV-3 y Canal 33 por aquello de la lengua. Pero como diría un castizo, una cosa es la lengua y otra el morro que se gastan populares y convergentes con el tema en cuestión. Y también son dos cosas distintas querer vender algo y encontrar alguien que lo compre. En este caso, la supuesta bicoca perderá este año 10.000 millones, a sumar a los 30.000 que ya se adeudan, y en su futuro planea la amenaza de la pérdida de los derechos sobre el fútbol, que son su principal fuente de ingresos. Aquí debe haber trampa, piensa el castizo con la mosca permanentemente alojada en su oreja, históricamente mosqueado con las intrigas y tejemanejes que se hilan des de el poder. El madrileño ya conoce las mañas privatizado ras que por aquí se usan, tales como flexibilización de plantillas hasta dejarlas en la pura suela, contratos-excremento, venta apresurada de todo lo que tenga algún valor y acaparamiento de todas las ayudas, indemnizaciones y compensaciones que se merecen por haber comprado a sabiendas una mula coja y llena de mataduras, aunque, como en otras, ocasiones, el precio de venta, para mayor regodeo, quede estipulado finalmente en una peseta. Pero esta vez, ni por ésas, Telemadrid no es precisamente un momio, se mire por donde se mire. ¿Dónde está el truco? El truco está, contestaba en estas páginas Francisco Naranjo, portavoz de CC OO, en que el Gobierno regional seguirá manteniendo en su poder los llamados espacios de servicio público, por los que pagará (pagaremos) con dinero de los presupuestos regionales.
¡Eureka! He aquí una idea que no se les ha debido pasar por la cabeza a los gestores públicos de TV-3 y Canal 33, pero que en cualquier momento podrían hacer suya. Una fórmula exquisita y novedosa de inyectar dinero público en una empresa privada y al mismo tiempo seguir ejerciendo el control público a través de una programación presuntamente de servicio público. ¿Como los informativos quizá?... Si aplicaran el mismo modelo en la televisión catalana, donde todos los programas, por aquello del idioma, pueden considerarse como un servicio a la comunidad, yo mismo iría con la peseta en la boca a firmar el contrato.
El madrileño conoce por los periódicos el diámetro exacto y el ensanchamiento previsto de los agujeros de Telemadrid, pero no sabe a cuánto sale una jornada de inmersión lingüística en TV-3 o 33. Que a lo mejor no cuesta nada, no pierde mucho, o incluso proporciona beneficios.
Cuando la Comunidad de Madrid, que si pierde su televisión pasará a la segunda división. autonómica de la liga audiovisual, estrenó su flamante enseña con las siete estrellas, el castizo de antes comentó que, más que bandera regional, aquello le parecía divisa comercial, estandarte de un hotel, aunque, eso sí, de incomparable superlujo. Ahora que empiezan a quitar los televisores de las habitaciones de nuestro hotel, quizá deberíamos pensar en una rebaja de por lo menos un par de estrellas, por supuesto, con el correspondiente recorte de precios, léase impuestos, aún mayor, porque últimamente vivimos en una prolongada temporada baja sin visos de mejora, y esto más que a un lujoso establecimiento hotelero empieza a parecerse a la castiza Posada del Peine, una autonomía de género chico, con una multitudinaria comparsa de parados, incrementada cada día con nuevos privatizados, flexibilizados, optimizados y destelevisuados comparsas, autóctonos o importados.
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