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Reportaje:

"Hay que estar donde nadie quiere estar"

VIadimiro Valdés lleva seis años trabajando sobre el terreno con gente que tiene 30 de guerra a cuestas. Como responsable para México del Servicio Jesuita de Refugiados (SJR), intenta resolver los problemas cotidianos y futuros de 32.200 campesinos indígenas guatemaltecos instalados precariamente desde 1984 en campamentos en los Estados mexicanos de Campeche, Quintana Roo y Chiapas.El SJR -fundado por el antiguo superior de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe- actúa hoy en 30 países, sobre todo de África y Asia. "Lamentablemente nuestra necesidad queda demostrada", dice Valdés, "por el hecho de que Arrupe tomó esa iniciativa ante el drama de los boat people huídos de Vietnam, y hoy volvemos a encontrar la tragedia de esa gente en los motines de Hong Kong, o en Liberia, donde un barco con capacidad para 700 personas lleva a bordo 4.000 huídos y no halla país donde atracar, mientras otros 20.000 ciudadanos se hacinan en el puerto de Monrovia intentando abordar una embarcación cualquiera. Pero, según el mandato de San Ignacio, nosotros tenemos que estar donde nadie quiere estar". Valdés abre los brazos, con un suspiro: "En fin, que nos tocan siempre las colitas de los problemas, bailar con las más feítas".

Valdés, con otros 16 compañeros, está al cargo de cuatro campamentos de refugiados guatemaltecos. "Se trata sobre todo de viudas, que no saben castellano y muchas son analfabetas", dice. "No hay muchos hombres, fueron diezmados por la larga guerra y la represión. En cambio hay muchos jóvenes, y niños nacidos ya en los campamentos. De ahí que en nuestros programas de educación haya uno, clave, que trabaja para formar a las madres, que son las auténticas transmisoras como cabezas de familia".

Jóvenes

Lo educativo es un asunto básico para el SJR. "Hay que prestar suma atención a los jóvenes, que sufren una verdadera crisis de identidad", señala Valdés. "Según la Constitución mexicana, los nacidos en el país son mexicanos; pero estos jóvenes refugiados no saben ya si son guatemaltecos o mexicanos. Y luego está el choque que sufren en la periferia de una ciudad como Campeche, donde se encuentran ante fenómenos desconocidos, como el mundo de las drogas o de la prostitución.El SJR -en colaboración con instituciones de la ONU, como ACNUR, y con ONG como, por ejemplo, Manos Unidas o diversas Cáritas- realiza en los campos programas de capacitación técnica, formando administrativos, zapateros, carpinteros, chóferes, tractoristas... "Un sector importante es el de corte y confección", dice Valdés. "Hay regiones enteras en Guatemala que viven de la fabricación y comercio de ropa".

Desde 1984 a finales de 1995 se ha conseguido repatriar al 30.000 refugiados, pero la situación está políticamente estancada, y Valdés viaja ahora por Europa, Canadá y Estados Unidos en busca de apoyo. "Este niño puede firmarse la paz en Guaternala, y tanto el Gobierno como la oposición, Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala, tienen la responsabilidad de que en los acuerdos figuren los refugiados".

Guatemala, por el momento, se ha desdicho del compromiso adquirido en 1992 de devolverles sus tierras o proveerles de apoyo económico para adquirir otras si las suyas han sido ocupadas. "Guatemala dice que tiene capacidad ni dinero", indica Valdés.

En cuanto a México, en 1995 propuso acoger a quienes quisieran quedarse en Campeche, que es un Estado despoblado y con suficientes recursos. "La población estaba de acuerdo en formar un núcleo urbano con los refugiados, ACNUR recibió bien la propuesta, y de 32.000 refugiados unos 22.000 manifestaron su predisposición a quedarse", dice Valdés. "Pero ahora México calla, por su propia crisis y porque teme que los 150.000 guatemaltecos refugiados en Chiapas reclamen lo mismo".

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