Una perdigonada en las alas de los Dassault
La justicia belga relaciona a Serge Dassault con el 'caso Carapace'
Si alguien encarna a la perfección el arquetipo del gran empresario privado francés, proteccionista, reaccionario, paternalista, genial en bastantes ocasiones, ése es Serge Dassault. En una economía rígida y dominada por los enarcas del sector público, el talento creador suele ser acaparado por las raras dinastías de emprendedores que aún sobreviven. Y en cuanto a dinastías los Dassault constituyen el modelo.Todo el sector aeronáutico, público y privado, está entroncado con esta familia judía. Y de la familia depende, en gran parte, que se consiga en un plazo razonable la fusión entre Dassault Aviation y Aéroespatiale, impulsada por la presidencia de la República como nudo esencial de una ambiciosa reconversión de la industria militar.
En plenas negociaciones y con el propio Jacques Chirac como mediador, la orden de detención lanzada desde Bélgica contra Serge Dassault, de 71 años, patriarca de la aviación y amigo personal del presidente, ha tenido el efecto de una perdigonada en las alas del sector aeronáutico.
Un juez de Lieja, Jean Louis Prignon, tiene indicios de que Dassault Electronique, una de las filiales del grupo, pagó 10 millones de francos (250 millones de pesetas) en comisiones a políticos belgas para obtener un contrato de 180 millones de dólares para la modernización de los cazabombarderos estadounidenses F-16 en servicio en las Fuerzas Aéreas de Bélgica. El contrato, denominado Carapace, fue adjudicado a Dassault en junio de 1989.
En el asunto Carapace se mezclan corrupción y muerte. El 15 de julio de 1991 fue asesinado en Lieja André Cools, militante socialista y ex viceprimer ministro de Bélgica. El crimen está sin aclarar, pero el juez Prignon sospecha que Cools fue muerto para evitar que cumpliera con su amenaza de destapar una trama de corrupción.
Poco después se descubrió que la sociedad italiana Agusta había pagado en 1988 importantes sobornos para hacerse con un contrato de suministro de 46 helicópteros al Ejército belga.
El caso Agusta llevó ante los tribunales a Guy Coëme, ministro de Defensa, y provocó la dimisión de Willy Claes, ex ministro de Economía, como secretario general de la OTAN. Investigando un caso de corrupción, el juez se topó con otro.
Un antiguo dirigente del partido socialista flamenco, Luc Wallyn, reveló que Dassault también había pagado sobornos. El presunto intermediario de la operación, el abogado de Bruselas Alfons Puellinck, fue detenido el 16 de febrero de 1995.
El 6 de marzo del mismo año, basándose en las declaraciones del abogado, el juez ordenó un primer registro en las oficinas de Dassault en Bruselas. Dos días más tarde, el 8 de marzo, se suicidó en una habitación de hotel el general Jacques Lefebvre, ex jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire belga e intermediario en diversos contratos militares.
Con su presunta implicación en un asunto tan tétrico, Dassault pone en peligro la continuidad de la dinastía. Por mucha amistad que le profese Chirac, el Estado quiere aprovechar la proyectada fusión de Dassault y Aéroespatiale para hacerse definitivamente con el control de la industria aeronáutica. Por ahora, Dassault sólo conservará la libertad mientras permanezca en Francia. Cruzar una frontera supondría la detención. Se trata de una posición muy incómoda para alguien que vive del mercado armamentista mundial y está inmerso en una negociación crucial.
Para Dassault, además, puede romperse un viejo sueño familiar. La fusión tiene para él mucho de sentimental, a causa de una vieja historia poco conocida. Su abuelo y su padre, cuando aún se llamaban Bloch (el apellido fue cambiado por Dassault en 1949), habían sufrido la incautación de su fábrica de aviones por los nazis y el internamiento en un campo de concentración.
Tras la liberación De Gaulle nacionalizó la fábrica y le ofreció al viejo Marcel Dassault la dirección general. Dassault rechazó la oferta y creó otra empresa desde la nada. La nueva sociedad fue bautizada con el nuevo apellido y alcanzó el éxito con los cazabombarderos Mirage. Mientras, la antigua evolucionó hasta convertirse, en 1970, en Aéroespatiale.
Hace dos meses, cuando Chirac llamó a Serge Dassault para expresarle el deseo de que Dassault y Aéroespatiale se unieran, el empresario captó la idea a su modo: "Ah, ya era hora de que nos devolviérais la fábrica del abuelo".
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