"No hay investigación aplicada sin básica"
José Barluenga Mur (Huesca, 1940), catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Oviedo desde 1975, ha sido distinguido con el Premio Iberdrola de Ciencia y Tecnología 1996, un prestigioso galardón dotado con 12 millones de pesetas. Barluenga ha realizado trabajos relevantes en química de compuestos orgánicos y organometálicos, química de compuestos heterocíclicos y en el desarrollo de nuevas metodologías en síntesis orgánica, que incluye el diseño de nuevos reactivos. Actualmente trabaja en esta materia. "Creemos que nuestro reactivo podría llegar a permitir el marcaje de proteínas y confiamos en que ello pueda tener aplicaciones futuras en la medicina".Pregunta. ¿Cuál es la función del investigador en la Universidad?
Respuesta. La actitud de un científico que trabaja en la Universidad es el desarrollo de la ciencia básica, sin prestar especial atención a las aplicaciones futuras que pueda tener. Si se hacen aportaciones de relieve y trascendencia, más pronto o más tarde tendrá aplicaciones. Que éstas encuentren un mayor o menor aprovechamiento dependerá de la importancia del entorno industrial. Las universidades de EE UU, Alemania o Japón poseen ese entorno favorable, con una importante industria a su alrededor. En España es más difícil encontrar ese ambiente propicio, pero será un camino que tendremos que recorrer.
P. ¿Cómo es la nueva generación de científicos de la Universidad española?
R. Tenemos unos científicos jóvenes con una información muy sólida. Es una generación con mejores condiciones que la anterior y capaz de competir en cualquier ámbito.
P. ¿Qué ha hecho posible ese avance generacional?
R. Lo digo con toda rotundidad: el apoyo y la atención que los poderes públicos han prestado a la ciencia en los últimos 20 años y que en España no tiene precedente histórico.
P. ¿En qué ha consistido ese respaldo?
R. Sobre todo en medios, tanto materiales como en becas. Todas las necesidades científicas de la Universidad se han visto moderadamente satisfechas. Y esto marca una diferencia abismal respecto a la época en que empecé mi tesis doctoral. Entonces nuestros laboratorios no guardaban la menor relación con los que existían en Alemania. Cuando me fui allí, a los 26 años, el cambio fue dramático. No conocía las cosas más elementales que tenía a su alcance cualquier doctorando.
P. ¿Ha sido la suya la generación que ha tenido que asumir el gran esfuerzo de fortalecer la ciencia en España?
R. Mi generación fue la que se incorporó de manera decidida a la química mundial. Y lo mismo ha ocurrido en otros saberes científicos. Anteriormente, hubo personas excepcionales, pero eran excepciones. Cuando llegué a Oviedo, en 1975, la situación era lamentable y el país era un desierto científico con sólo algún oasis. Trabajé muchísimo y en las peores condiciones: La gente joven que he tenido alrededor trabajó con igual, si no más, esfuerzo y entusiasmo.
P. ¿Niega, por tanto, que el secular atraso científico y tecnológico español responda a un talante inadecuado o a un talento insuficiente?
R. Lo niego por completo, es absurdo. El latino está incluso en mejores condiciones que el anglosajón para hacer ciencia porque somos más imaginativos. Pero tienen que darse unas condiciones adecuadas y en España ha habido carencia de medios, no nos incorporamos a tiempo a la revolución industrial, y la parte más conservadora de la religión ha sido otra rémora. Hoy, nuestros jóvenes científicos trabajan en las universidades más elitistas del mundo con el mismo nivel que sus colegas.
P. ¿Precisa la Universidad una mayor colaboración por parte de la industria?
R. Sin duda, debe producirse un encuentro entre ambas, porque eso es beneficioso para una y otra. Pero requiere tiempo. Debe ser una aproximación natural. En otros países llevan 150 años haciéndolo y aquí no hay tradición. La tradición no se improvisa.
P. Se discute si la Universidad debe hacer investigación básica o aplicada. Usted parece negar esa disyuntiva.
R. Totalmente. La meta del investigador es desarrollar la ciencia que cultiva. No hay investigación aplicada sin investigación básica. Siempre que hay un hallazgo relevante en ciencia básica se le encuentran aplicaciones antes de que transcurran 30 años. Lo que hay que desterrar es la idea de que la Universidad está para resolver problemas triviales de la industria. No debe ser así. La Universidad está para resolver problemas con atractivo científico.
P. ¿Debe la Universidad española corregir errores propios?
R. Sobre todo, debe resolver dos problemas gravísimos: la endogamia, que nos distingue negativamente de las universidades de los países del entorno, y la burocracia.
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