Soy una drogadicta
El otro día las noticias transmitidas a través de las ondas hablaban de mí. Me parecía increíble, pero era cierto. ¡Hablaban de mí! Yo, una persona que la sociedad considera normal, metida en un baremo cuyos parámetros son la edad y el sexo, con estudios superiores, sin afiliación política... No podía creerlo. Siempre había pensado que para ser titular de una noticia los estupendos periodistas buscarían alguien famoso, que protagonizase su exclusiva.Pero no, hoy hablaban de mí. Había entrado a formar parte de una nueva estadística, en donde yo era una drogadicta.
Bueno, yo y tú y a veces mi padre y mis hermanos, cuando nos reunimos los domingos para comer juntos, y la abuela también, claro, cuando levanta su mano y dice: "Un poquito más, por favor, que el médico me lo ha recomendado".
Esto ocurre en Galicia, en donde una nueva ley del Parlamento gallego nos declara drogadictos a todos aquellos que nos tomemos una copita de vez en cuando, sin distinguir si es de vez en cuando o es asiduamente o es con motivo de una boda o de un bautizo o es con nocturnidad y alevosía.
En España, un país con gran tradición en el consumo de bebidas alcohólicas y primer productor mundial de alcohol por superficie cultivada, están llamándonos drogadictos a todos y nos quedamos tan tranquilos.
Estoy de acuerdo en que la normativa vigente prohíba la venta y el consumo de alcohol a menores de 16 años, lo exagerado es beber cubatas en pantalón corto, porque los bebedores precoces jamás serán serenos bebedores maduros que alzarán su copa con alegría los domingos.
Según el Plan Nacional Contra las Drogas, los jóvenes se inician cada vez más pronto en las bebidas alcohólicas; si esto es así, empecemos por enseñar a los jóvenes a beber con moderación, no a beberse de un trago y en una noche toda una vida sólo por el mero hecho de estar prohibido.
Hoy la noticia hablaba de mí, pero mañana hablará de ti, de él y de todos nosotros, y dirán que somos drogadictos.-
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