Los inspectores del Ayuntamiento ven impecables el 99% de los retretes
Impecables. A juzgar por los resultados de las inspecciones municipales en los servicios de bares y restaurantes, a los retretes madrileños se les debería otorgar el oscar a la pulcritud. Incluso presentan mejoras con respecto a la ordenanza municipal, que, por raro que parezca, no incluye la obligación de tener papel higiénico en los excusados. Eso sí, el propio director de servicios de Consumo, Juan Ignacio Rojas, reconoce que sólo se han visitado establecimientos diurnos (porque sus 25 funcionarios trabajan de 8.00 a 15.00) y se han inspeccionado a primera hora de la mañana.
Los 3.591 servicios investigados por el área de Salud y Consumo en 1995 tienen agua corriente y ventilación suficiente, y en el 99% de los casos tienen papel, los grifos funcionan y las condiciones de higiene, limpieza, desodorización y desinfección son aceptables. Rojas dice que los resultados de las inspecciones "no han sido tan malos" como era de esperar dada la mala fama de los retretes madrileños.Pero cualquiera puede comprobar en muchos establecimientos públicos de Madrid que la realidad contradice los informes municipales. A tenor del vistazo, sin pretensiones científicas, que realizó este periódico a 10 locales del centro, no es frecuente encontrar retretes que superen la prueba del algodón, aunque hay excepciones, como el café San Millán, en la calle de Toledo, 61, donde la llave del servicio abre un amplio lavabo doble impoluto que sólo afeaba el jueves una papelera rebosante de toallas de papel.
Los inspectores del Ayuntamiento de Madrid vigilaron 3.591 servicios de establecimientos de hostelería (existen unos 22.000 bares, cafés y tabernas según la asociación de empresarios). No se han levantado actas sancionadoras en las inspecciones, pero en 685 casos se han concedido varios días para subsanar deficiencias.Ignoran seis distritos
Rojas calcula que el 20% de ellos serán sancionados (hasta 25.000 pesetas de multa). No se inspeccionó ningún bar ni restaurante en seis de los 21 distritos (Chamberí, Ciudad Lineal, Hortaleza, San Blas y Barajas ). El 27,4% de las inspecciones se realizaron en el de Salamanca y sólo un 5,8% en el de Centro.
La normativa municipal (que data de 1990) se limita a un artículo en la Ordenanza Reguladora de las Condiciones Higiénico-sanitarias y Protección de los Consumidores en establecimientos donde se consumen comidas y bebidas.
Dicta que los servicios deben estar en las debidas condiciones de desodorización y desinfección, con ventilación, independizados y con anteservicio; las paredes, suelos y techos deber ser impermeables y de fácil limpieza. El ajuar ideal del lavabo se compone en la ordenanza de jabón líquido, agua corriente y secamanos (también papelera si se opta por las toallas de papel).
En el lujoso restaurante Julián de Tolosa (en la Cava Baja) son de algodón níveo para contrastar con las juntas negras de las baldosas marrones de suelo y zócalos: el mismo material de las paredes, que delatan que una vez fueron marfil. El jueves 25 de abril las mujeres que almorzaron allí pudieron comprobar que una de las dos papeleras metálicas de los servicios tiene más orín que el puñal de Caín. y que tras las puertas quedan pelos.Sólo es obligatoria el agua caliente en los servicios exclusivos del personal de los locales donde se elaboren comidas. Y la mitad de los establecimientos incumplen esa norma. Ni una sola mención al pápel. higiénico o a los recipientes para compresas y tampones. Rojas justifica el olvido en un "excesivo pudor", y anuncia que se modificará pronto para adaptarla a la normativa europea.
Tampoco se exige un tamaño mínimo ni la separación por sexos. En contra del tópico, los inspectores no encuentran diferencias en el estado de los servicios de hombres y mujeres, pero constatan que cuando sólo existe uno para todos, está peor. Valga como ejemplo el retrete unisex de la cervecería Santurce (plaza del General Vara del Rey, 14). Carece de papel (un cable señala el lugar que ocupó algún día), huele fatal y está muy sucio. Junto al lavabo reside un dispensador de toallitas, pero, increíblemente, lleva dentro un servilletero y un cartón doblado. Eso sí, más castizo, imposible. "Tenemos gambas recién fritas, lo nunca visto; hay calamares recién fritos, señores transeúntes", proclamaba un camarero el jueves.
En otro local típico del Rastro, Casa Cruz (plaza de Cascorro, 14), los servicios deparan una de esas sorpresas que da la vida. La llave de los servicios se sirve en la barra con una estaca de 30 centímetros cuya utilidad consiste en servir de barra de equilibrio para bajar las alpinas y gastadas escaleras a las catacumbas. Allí, varias vigas de pino intentan sujetar el techo. Tras la puerta metálica aguarda todo un ejemplo de terrorismo químico, y ello pese a que dispone de un ventanuco, eso sí, desvencijado.
Juan Ignacio Rojas cree que el estado de los servicios es "un reflejo de lo que pasa en la vía pública". "Seremos muy limpios en casa, pero en cuanto salimos a la callé somos unos guarros", dice.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.