La victoria de las minorías
Visto el abanico de opciones de ocio y culturales que ofrece Festimad parece la enladrillada suma de minorías de inspiración joven que en él se ven representadas. Esto es, no impera en este festival un monolítico estilo único de gustos dominantes. La variedad es reina y elemento imprescindible, para asegurar total libertad a la hora de escoger, y un criterio que, en lugar del apabullante sentido de la cantidad, esté encaminado a los más ricos de la calidad y la diferencia. Música de todos los estilos que pueden interesar a un tipo de público auténticamente joven o, al menos, sensibilizado hacia nuevas tendencias. Cine, poesía, espectáculos teatrales, performances, un gran festival al aire libre y, a la vez, atención a las auténticas portadoras del desarrollo del ocio y el espectáculo madrileños: las pequeñas salas. Exposiciones de vídeo y fotografías y mercadillos. Todo un torbellino que representa a la perfección el collage multicolor de la efervescente vida urbana de finales del siglo XX.Sin embargo, las instituciones madrileñas -Comunidad y Ayuntamiento- hacen como si Festimad no existiera y proceden a gastarse cuatro pesetas -dos menos que el año anterior- en una raquítica previsión de festejos para el mes de mayo en la capital y sus pueblos. Tal vez se trate de una férrea e inconmovible voluntad de romper con el pasado inmediato a su toma del poder y lo que, en la década pasada, supuso el esplendor juvenil y abierto del talante de las fiestas del Dos de Mayo y San Isidro; lo cierto es que el PP parece empeñado en identificar el hecho diferencial madrileño con conceptos y actividades muy poco sugestivas, cuando no destinadas a satisfacer exclusivamente al espectro Inserso.
Así, la propuesta del Gobierno que preside Ruiz-Gallardón no podía competir ni de lejos con la riqueza que ofrece Festimad. Su programación es la más rancia que se recuerda desde el nacimiento de la autonomía madrileña. La Comunidad sólo propone algo de teatro, mucha danza y sólo dos conciertos de música pop, con Los Secretos, Antonio Vega, Los Ronaldos y Manolo Tena como cabezas de cartel. El programa de las fiestas de San Isidro, organizadas por el Ayuntamiento, no será hecho público hasta el día 7, pero los pregoneros que han sido escogidos para las fiestas de los distritos de Vallecas y Barrio de Maravillas (Carmen Sevilla y Fernando Sánchez Dragó), así como el anuncio de fascinantes retretas militares, carreras populares y actuaciones de Olga Ramos, no auguran otra cosa que la voluntad de convertir a Madrid en fiestas en una zarzuela viviente.
Para bien o para mal, es un hecho que Ayuntamiento y Comunidad han dado la espalda a Festimad, que es, probablemente, una de las alternativas culturales e independientes más interesantes -por volumen y entidad-, no sólo de cuantas se celebran en nuestro país, sino también de las del resto del continente en el que los españoles ansían, por fin, no desentonar. Sus razones habrán tenido ambas administraciones. Pero, aun contando con que su mayoría es apabullante, es plausible que, según la previsión de espectadores que van a acudir a Festimad, debieran preguntarse qué hacer con tanta gente que no vibra una pizca con el pasodoble, el chotis o el cuplé. Sobre todo cuando, aun siendo minoría, son tantísimos.
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