_
_
_
_
Tribuna:LA ECONOMÍA ESPAÑOLA A MEDIO PLAZO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Vamos hacia una recuperación o una recesión?

En toda Europa vivimos en estos últimos trimestres, una etapa de pausa o incluso retroceso en la recuperación que se inició con relativa fuerza después de la recesión de 1993. Todos los agentes económicos españoles se preguntan qué va a pasar en los próximos meses. ¿Nos dirigimos hacia una nueva fase más expansiva del ciclo, o esta pausa o recaída actual en el crecimiento va a llevarnos a una nueva recesión?Un análisis descriptivo del actual ciclo de la economía española y de los dos anteriores puede ayudarnos a comprender mejor la situación y a inferir ciertas conclusiones. En el gráfico adjunto se refleja el comportamiento de la economía española, a través de la evolución trimestral del PIB, en los tres últimos ciclos. La conclusión que se saca a primera vista es que, en los tres casos, tras haber tocado fondo el PIB respectivamente en 1975, 1981 y 1993, se ha dado una fase similar de recuperación pero, al cabo de unos cuantos trimestres, ha habido una pausa o recaída en el crecimiento.

En el ciclo que comienza tras la recesión del tercer trimestre de 1975, provocada por la primera crisis energética, la recuperación fue muy vigorosa ya que cinco trimestres más tarde se alcanzó un crecimiento del 4,20%, pero, a partir de ese momento, comenzó una fase de descenso del ritmo de crecimiento que terminó en recesión, debido, fundamentalmente, a la segunda crisis energética; es decir, a un nuevo choque externo que provocó ya un crecimiento negativo en 1979, y dos años más tarde la recesión de 1981.

El ciclo que comenzó con la recesión del primer trimestre de 1981 inicia también una recuperación, aunque moderada, que nueve trimestres más tarde, a partir de la mitad de 1983, sufrió también una pausa que duró un poco más de un año y medio pero, más tarde, se inició la recuperación más vigorosa que la economía española experimentó desde la de finales de los años sesenta, y principios de los años setenta, que duró desde 1985 a 1990, para después ir perdiendo fuerza hasta llegar a la recesión de 1993.

El actual ciclo, que comienza en la recesión del segundo trimestre de 1993, que es la más profunda que ha sufrido la economía española en los últimos 40 años, también se inicia con una fase de recuperación rápida que, al cabo de siete trimestres, empieza a perder fuerza e iniciar la etapa de recaída en la que nos encontramos en este momento.

¿Cuál es el origen de estas pausas en medio de la recuperación de cada ciclo? Lo más probable es que, independientemente de las peculiaridades de cada ciclo, se deban al comportamiento de la inversión en existencias en las fases iniciales del mismo. Al comienzo de la fase de recuperación de cada ciclo, las empresas, ante la expectativa de una aceleración de la demanda final de inversión, de consumo y de exportaciones así como de un aumento de los precios de las materias primas de la energía y de los bienes intermedios, intentan, precavidamente, acumular existencias y también comprar bienes de equipo, ayudando así a iniciar una recuperacion vigorosa.

Cuando dichas empresas observan que sus expectativas no se cumplen en la medida que esperaban, detienen la acumulación de existencias y reducen sus stocks provocando un efecto inverso sobre el crecimiento. Es decir, al principio de la recuperación la contribución de la acumulación de existencias al crecimiento del PIB tiende a ser muy positiva y, posteriormente, el ajuste en las existencias suele contribuir negativamente a dicho crecimiento' lo que provoca su desaceleración desanimando a la inversión y el consumo. Si, después de esa pausa, la inversión y el consumo terminan por recuperarse la expansión está asegurada, como ocurrió en el ciclo anterior. Si la inversión y el consumo tardan mucho en recuperarse o se recibe un choque externo, como ocurrió en 1979 con la segunda crisis energética, la pausa termina en una nueva recesión. En el ciclo actual también estamos ahora sufriendo un ajuste de existencias y todo dependerá de que la confianza de los empresarios y consumidores se restablezca para que se reinicie de nuevo la recuperación.

Naturalmente, ningún ciclo tiene porqué ser similar al anterior, ya que las condiciones económicas objetivas y de política económica difieren siempre entre un ciclo y otro. Por ejemplo, en 1983 y 1984 se hizo el llamado ajuste Boyer que permitió que, aunque la recaída durase más tiempo, la fase expansiva fuera más sólida ayudada, también, por las expectativas de ingreso de la Comunidad Europea. En el ciclo anterior de 1975 no hubo ningún ajuste hasta 1978, con los Pactos de la Moncloa, pero inmediatamente después llegó una segunda crisis energética que aceleró la recesión. También en la actual fase del ciclo es aún necesario otro ajuste, como veremos más adelante, para hacer la recuperación más duradera.

¿Cómo va a terminar la actual pausa? ¿En una. recesión como la de 1979-1981 o en una fuerte expansión como la de 1985-1990? Probablemente, ni de una ni de otra manera. Creo que la expansión se reanudará lentamente, que ésta será mucho más moderada que la de 1985-1990 aunque si se hacen las reformas necesarias será más duradera. El resultado final va a depender de la conjunción de unas condiciones objetivas más favorables que las de los dos ciclos anteriores y de unos retos de política económica que permiten un menor margen de maniobra que en el ciclo pasado.

Por un lado, la situación financiera de las empresas y familias es mucho más sana que en los dos anteriores ciclos, con un superávit financiero que puede rondar el 3% del PIB, cuando en 1984 se encontraban con un déficit del 1% del PIB. En segundo lugar, los tipos de interés real, aunque aún altos, son hoy ligeramente más bajos que en la fue expansiva de la mitad de los años ochenta ya que a corto plazo se sitúan en cuatro puntos y a largo plazo en cinco puntos.

Por otro lado, la inclinación de la curva de tipos, que es un buen indicador del PIB esperado, es cada vez más positiva apuntando a una expansión. Además, la moderada pero continua relajación de la política monetaria durante los dos últimos años, tanto en España como en Europa, se tendrá que notar en un mayor crecimiento.

En cuarto lugar, el orden de recuperación de los componentes de la demanda agregada española ha sido el más adecuado para un correcto desarrollo del ciclo. El inicio se ha debido a las exportaciones, después ha tomado el relevo la inversión con crecimientos superiores al 8% desde, mediados de 1994 y el consumo, aún débil, deberá tornar el último relevo. Las mayores exportaciones han permitido mejorar los resultados de las empresas, éstos, unido a la reducción de los tipos de interés, han permitido una reducción del endeudamiento y un relanzamiento de la inversión privada y ésta es la que está permitiendo que crezca el empleo y, éste a su vez, permitirá que crezca el consumo.

Por último, toda Europa y, por supuesto, España están creciendo aún muy por debajo de su crecimiento potencial, la "brecha de crecimiento", medida por la diferencia entre la producción y la capacidad productiva, es muy elevada lo que indica que es posible una expansión y que ésta no tiene porqué producir tensiones inflacionistas a medio plazo.

Es decir, las condiciones objetivas son, sin duda, muy positivas de cara a una recuperación firme y equilibrada.

Es por el lado de la política económica a corto plazo y, especialmente, por el compromiso de los países europeos de cumplir los valores de referencia de déficit y de deuda pública del Tratado de Maastricht, donde se pueden plantear las mayores incertidumbres.

La restricción presupuestaria que supone, en el caso de España, reducir el déficit público en casi dos puntos de PIB desde ahora hasta finales de 1997, puede hacer que se ralentice la recuperación, especialmente si todos los países de la Unión Europea hacen esfuerzos similares para realizar un ajuste fiscal en los dos próximos años.

Sin embargo, en contra de la sabiduría convencional, el efecto de la restricción fiscal puede ser positivo para el crecimiento español no sólo a largo plazo, que es condición necesaria, sino incluso a medio plazo, y ello por varias razones.

En primer lugar, porque la justificación actual de estancamiento del consumo es fundamentalmente psicológica por las dudas que tienen las familias sobre el futuro de las finanzas públicas y del empleo. Por dicha razón, un recorte presupuestario puede incentivar el relanzamiento del consumo si, al observar los ciudadanos que se reforma el sector público y se hace frente con determinación a la débil situación financiera del Estado, empiezan a recuperar cierta confianza en el futuro del Estado de bienestar. De hecho, tanto el empleo como el índice de confianza del consumidor se están ya recuperando moderadamente.

En segundo lugar, una fuerte reducción del déficit público en España conllevará un descenso, cada vez mayor, de la prima de riesgo que tienen los actuales tipos de interés a largo plazo respecto del marco alemán, por tanto, el efecto contractivo de dicho recorte presupuestario se puede ver compensado por la mejora de los tipos de interés.

Por último, otra solución a este conflicto de política económica podría venir del exterior, es decir, de que continúe la actual tendencia a la apreciación del dólar frente al marco y, por tanto, frente al franco y la peseta lo que nos permitiría compensar el efecto de la restricción fiscal sobre el crecimiento con una nueva expansión de las exportaciones.

En resumen, creo que, salvo que ocurra un choque externo imprevisto, lo lógico es que las mejores condiciones objetivas o "fundamentales" se impongan a los problemas de política económica a corto plazo, y la recuperación se reinicie dentro de los próximos 12 meses. Ahora bien, ésta no será duradera ni equilibrada si no se toman las medidas de reforma que quedan pendientes para el nuevo Gobierno. Es decir, igual que se hizo un ajuste Boyer es necesario y urgente un programa Rato de ajuste, liberalización y reformas estructurales, si es que realmente se desea no sólo que España converja y entre en la tercera fase de la Unión Monetaria, sino también que dicha entrada sea sostenible.

Guillermo de la Dehesa es presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_