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Los nuevos coches

Así como un capítulo favorito de la historia social incluía siempre las casas, la música o el vestido, ahora es todavía más elocuente el seguimiento de las formas del automóvil. El siglo va a concluir con un alumbramiento formal que ha venido gestándose desde hace una década: el paso del coche como máquina al coche como cuerpo, del automóvil como instrumento de poder al automóvil como animal de compañía.En el principio los coches fueron como carretas o calós, en su continuación el diseño se acercó a la morfología de un buque, en la actualidad se configuran como cetáceos, mamíferos o paramecios. La línea que divide la estampa lateral de un coche al modo de una banda de flotación por encima de la cual navegaban los viajeros y bajo la cual seguía el casco está siendo gradualmente borrada de las puertas. Las carrocerías se comban ahora como los costillares continuos de un bovino y los parachoques no se marcan ni sobresalen; están concebidos para absorber.

La agresividad presente hace unos años en las líneas rectas, las aristas cromadas en metáfora de la velocidad son reemplazadas por superficies panzudas., terminaciones moldeadas, frentes mofletudos y traseras como nalgas según como ilustra en un exponente del mejor gusto y contemporaneidad el último Ford Scorpio.

Desde finales de los ochenta el coche está olvidando su función de atravesar el espacio de súbito para complacerse en él; ha abandonado su proclama de llevarnos al más allá a cambio de su promesa de abrazamos. Todos los modelos son más rápidos que antes, pero no para hacemos desaparecer en otra parte, a kilómetros de distancia, sino más pronto aún: dentro de ellos. Todos han perfeccionado su motor, pero, ante todo, han mejorado el confort. Y no sólo la realidad del confort, sino los mismos signos de la confortabilidad. Los interiores se han atendido con el esmero de una exquisita decoración aun en modelos de baja cilindrada y cualquier acabado se reclama primoroso. Incluso el Cinquecento, el benjamín de todas las escalas, brinda una versión forrada en cuero hasta el volante y con revestimientos de madera.

Estar en el coche, al fin, es un completo doble de estar en casa. La verdad de un automóvil no se comprueba inspeccionando la realidad bajo el capot, sino entregándose al ensueño de su habitáculo. Bajo la carcasa todos tienen 16 válvulas, todos responden con celeridad del 0 al 100, todos aguantan la corrosión, no se deslizan en las curvas y frenan con ABS. La exquisita diferencia es el equipamiento vivencial que ofrece en su seno. Un ámbito que cada vez ha evolucionado hacia una mayor intimidad y seguridad, en correlación con el aumento de inversiones individuales en la casa, o se ha dispuesto -como en los monovolúmenes- con la inspiración de un clima familiar.

El mayor protagonismo económico y social de la mujer tiene que ver con estos cambios. Los monovolúmenes, los 4 x 4, las rancheras, los trucks en general, se promocionan así siempre con la figura de una madre conduciendo u ordenando la operación de embarque. La familia que se disgrega en los pasillos se recupera en la carretera. Como también la naturaleza que se deteriora en lo real se reivindica con el simulacro de los coches ecológicos (menor o nula emisión de gases, materiales reciclables, antipoluciones sonoras), en coches 4 x 4 con aspecto de pertenecer a un guardabosques, en monovolúmenes con pinta de ambulancias o en ejemplares con la apostura de las fieras.

El nuevo parque automovilístico está componiendo un nuevo parque biológico. Conductores y conductoras reaparecen ya no como dominadores de un artefacto, sino como sus cohabitantes. En mejora de la integración ecológica, los coches han sustituido su talante mecánico por un nuevo talento orgánico. Pueden gustar más o menos según las clases, pero son todos, acabando el siglo, más maternales, menos severos y altivos, más protectores.

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