Los solidarios consejos de Sting
El cantante británico se reunió con Ios universitarios madrileños
Las puertas de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid se tambalearon ayer al paso de Gordon Matthew Summer, Sting. Una riada de estudiantes, en su mayoría jovencitas, recibió, piropeó y corrió tras el músico británico, de 45 años, de gira por España.Entre comentarios de "¡qué alto!", ¡qué guapo!", ¡qué joven!" y algún "l love you", el cantante, sin escoltas, vestido con pantalón y cazadora deportiva, alcanzó la segunda planta del edificio. En el salón de actos Ramón y Cajal le esperaban 35 minutos de preguntas sobre solidaridad y voluntariado, formuladas por los universitarios. El acto formaba parte de las jornadas Universitarias de Voluntariado Social, Voluntarios 96, organizadas por la asociación IUVE, que cerrará el viernes próximo el príncipe Felipe.
La sala, llena. Cerca de un millar de alumnos acudieron a escuchar la voz de Sting, esta vez sin un fondo musical. Pero sólo cuatro fueron los elegidos entre 150 simpatizantes de la organización para interrogar al músico: Meli Sánchez-Nagy, alumna de Empresariales; Roberto Monedo, de Relaciones Internacionales; Beatriz Alemán, de Periodismo, y Jesús García, de Derecho. Un miembro de IUVE aclaraba: "Hemos hecho una selección entre todos porque disponíamos de poco tiempo y no podíamos desaprovecharlo y convertir el coloquio en una batalla campal. entre unos y otros. Así que decidimos preparar un cuestionario con 13 preguntas que satisficieran a todos". Y sobre todo, a Sting, que aguardaba el interrogatorio relajado, envuelto en un aura y con la sonrisa siempre grabada en los labios.
Comenzó por echar la vista atrás, a 1986, Cuando se enroló con Amnistía Internacional en la defensa de los desprotegidos. Entonces pregonó por el mundo su lucha. por el Amazonas y las tribus indígenas. "Me uní a Amnistía porque el proyecto era a largo plazo. Mi evolución corno persona ha sido lenta y graduada. Y sigo siéndolo. Por eso creo que el dinero no soluciona los problemas; lo que verdaderamente los resuelve son los proyectos a largo plazo". Con la picardía de un niño travieso, añadió: "Además, confieso que me divertía escribir cartas a dictadores, como Pinochet".
También recordó su primer encuentro, un tanto desafortunado para un cantante acostumbrado a los aplausos, con los indígenas del Amazonas: "Ellos están muy orgullosos de sus tradiciones. Y cuando me escucharon cantar dijeron que era horrible. No les gusté nada". Breve pausa para risas y murmullos. La sala había cogido temperatura. Sting esperaba, sin perder su amable rictus, a que desde algún micrófono de la sala dispararan la siguiente pregunta: "Usted, por su trabajo, tiene que mantener una distancia con la gente de a pie. ¿Cómo consigue sentir los problemas de la gene?". Respiró hondo y, en tono humilde, respondió: "No llevo guardaespaldas, ni tengo coche blindado. Si tengo fortuna, no ha sido por explotar a nadie. Yo ando por la calle como todo el mundo, y Ia gente me reconoce y me cuenta sus problemas. Por eso creo que estoy conectado a la realidad".
Sin embargo, reconoció ante los universitarios madrileños haber utilizado su fama para ayudar a los más débiles. "Sé que atraigo a muchas cámaras y, de esta manera, puedo colaborar con causas solidarias. Yo no necesito todo esto para hacerme más famoso de lo que ya soy, pero, si puedo ayudar a alguien, no me importa". También habló del papel de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y criticó el pulso que mantienen al gunos ole estos organismos con el poder: "Son la alternativa a los sistemas establecidos. El problema es que algunas ONG luchan entre ellas en vez de per seguir un mismo objetivo. Para mí, la ética es lo primero, y el poder, lo segundo, pero yo no soy nadie para juzgar". Antes de la despedida y de que las puertas, amenazaran con volver a ceder, Sting regaló un consejo: "Seréis la élite política, económica y social del mundo. Es responsabilidad vuestra ayudar a quien lo necesite, pero de corazón".
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