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Reportaje:PLAZA MENOR: CERCEDILLA

La sierra saludable

Los aires serranos y los agrestes pero amables paisajes de Cercedilla fueron objeto de especial predicamento entre los madrileños capitalinos, al menos desde que, en tiempos modernos e ilustrados, comenzara a ponerse en tela de juicio la disparatada teoría de que no había nada mejor, para el cutis en particular y el resto del organismo en general, que la ponzoñosa y corrompida atmósfera de la villa de Madrid, una ciudad en la que, para pasmo y escarmiento de viajeros foráneos que no atendían la voz de "agua va", toda clase de orines, excrementos e inmundicias eran arrojados, en cualquier momento del día o de la noche, a la vía pública. La teoría, certificó el viajero inglés del siglo XVII sir Richard Wynn, tenía sus mejores valedores en algunos doctores madrileños que aseguraban que el aire de Madrid era tan fino y sutil que necesitaba cierta dosis de putrefacción orgánica con sus miasmas para "mantenerlo en su debida".Antes de que la costumbre de veranear se democratizara entre el común de la población urbana, Cercedilla empezó a hacerle la polémica competencia a San Sebastián y Biarritz, encumbrada por sus poderosos paisajes serranos, sus pinares balsámicos y sus aires definitivamente salutíferos, encarecidos por arriesgados pioneros del montañismo y el senderismo, mayormente extranjeros, que recuperaron las trochas y los caminos de las cumbres propagando el hábito de caminar por sport, por el mero placer de hacerlo, sin urgencia por llegar a ninguna parte y sin el menor sentido utilitario. Las azuladas, grises, verdes o blancas cumbres del macizo de Guadarrama que enmarcan, cobijan y dominan, sin oprimirla, a esta villa serrana ofrecían un inmejorable punto de partida para los excursionistas y garantizaban una terapéutica atmósfera a señoritas cloróticas y mancebos tísicos, o a la inversa. El Guadarrama como "montaña mágica", versión doméstica de los Alpes suizos que también tenía sus irónicos detractores., "De Cercedilla, hasta la coronilla", recoge Rodríguez Marín en su obra Todavía 10.700 refranes más", citada en La fama de Madrid por Bonifacio Gil González, que ecoge también na apostílla del autor: "Dicen muchos de los que vuelven de este pueblecito serrano, después, de veranear en él, haciendo propósito e no volver... hasta el verano siguiente".

En la ilustre colonia veraniega de Cercedilla se inscribieron los pintores Sorolla y Bardasano, el poeta Luis Rosales y Santiago Ramón y Cajal. Alfonso XIII concedió a su Ayuntamiento el título de excelentísimo, Leopoldo Panero dedicó a su entorno hermosos versos y Camilo José Cela rotundas y jugosas observaciones de caminante. Cercedilla naci6 como un alto en el camino en la calzada romana que unía el pueblo madrileño de Titulcia con Segovia, vía principal a medio camino entre las dos mesetas y las dos Castillas, que ya conocieran y nombraran el fraile trotaconventos Juan Ruiz, arcipreste de Hita y zascandil de sierras y serranas, los pícaros cervantinos de Rinconete y Cortadillo y el buscón don Pablos, pupilo sufridor de don Francisco de, Quevedo.

"En estas y otras conversaciones Regamos a Cercedilla", la frase del libro de Quevedo está grabada en una placa a las puertas de lo que hoy es la Casa de Mayores, nada de tercera edad, un edificio singular rematado por una curiosa y airosa pagoda de hierro. La colonización de Cercedilla, pueblo de ganaderos, leñadores y canteros, convirtió su topografía urbana en, un largo y abrupto espinazo del que parten numerosas bifurcaciones, flanqueadas por residencias veraniegas de distinto porte y variada arquitectura, caserones de piedra que conservan cierta armonía con el entorno, fantasiosos palacetes, chalets "suizos" o tiroleses y otras fantasías burguesas protegidas por altos setos y muros de piedra.

Interrumpiendo el longilíneo trazado del casco, un paso a nivel recuerda el paso del tren funicular, el ferrocarril de vía estrecha que transporta a los esquiadores de Navacerrada y Cotos en años, como éste, de nieves y de bienes para los pueblos del Guadarrama. Con nieve o sin ella el trayecto hacia las cumbres ofrece singulares atractivos paisajísticos o ecológicos, según la óptica del viajero, paisaje protegido y vigilado por plataformas y grupos ecologistas de la sierra que velan ante la amenaza de la urbanización y la masificación.

La estación de Cercedilla es una estación con solera, y su cantina, bar y restaurante, sigue siendo punto de encuentro y de tertulia. En la estación se inicia la cuesta que lleva al reducido casco antiguo, emparedada de hostales, restaurantes, comercios, edificios de pisos y chalés entre los que raramente aparece alguna casa de pueblo.

Presume Cercedilla de villa cultivada y artística, con fundaciones y asociaciones que velan por su prestigio. Ofrece también una variada oferta comercial y turística y vela por su calidad de núcleo principal de una franja. privilegiada de la sierra del Guadarrama con la silueta de los Siete Picos, como emblema, y el pino silvestre como distintivo heráldico. En la librería Fuenfría venden algunos ejemplares de los Cuadernos de Cercedilla dedicados a. ilustres artistas relacionados. con el pueblo, editados hace unos años por el Ayuntamiento, y distribuyen la revista de la AEGA, Asociación de Empresarios del Guadarrama Alto, que ilustra sus páginas con entrañables fotografías del pasado y con los testimonios vivos de los rudos y. nobles oficios que dieron vida y sentido a la villa, relatos de ganaderos, leñadores o canteros que cuentan sus experiencias y sus secretos.

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