Una madre sometió a su hija a 40 operaciones sólo para llamar la atención
Kathleen Bush, acusada de tortura infantil
Jennifer Bush, una encantadora niña de ocho años de edad, se ha visto por fin libre de su madre. El pasado lunes, la policía de Hollywood, Florida, detuvo a Kathleen Bush y la acusó de tortura infantil. Teniendo en cuenta que la pobre niña Jennifer ha sufrido más de 40 operaciones quirúrgicas innecesarias y que ha estado hospitalizada en más de 200 ocasiones, todo ello por la necesidad materna de llamar la atención, los cargos no pueden considerarse muy exagerados. La mujer llegó a involucrar incluso a Hillary Clinton cuando ésta abanderaba la reforma sanitaria.
Los expertos creen que, en el mejor de los casos, Kathleen Bush, de 38 años, sufre una versión aguda del llamado síndrome de Munchausen, según el cual una persona que cuida a un niño -habitualmente su madre o su padre- le enferma a propósito o le empeora para poder colocarse en el centro de una situación de angustia y de atención social. La necesidad de protagonismo no impide que la persona afectada por el síndrome utilice para su provecho el dinero recogido gracias a donaciones y actos de caridad motivados por la compasión popular.Hace dos años, tal y como atestiguan las fotografías publicadas en los periódicos, Jennifer posó junto a Hillary Clinton en la Casa Blanca cuando la primera dama estaba lanzada a fondo en la campaña de la reforma sanitaria. Jennifer era un caso muy apropiado para la cruzada de Hillary: afectada supuestamente por una extraña enfermedad del estómago, su rosario de visitas a quirófanos y hospitales había dejado de estar cubierto por el seguro y la economía familiar estaba arruinada por esa razón.
Después de las fotos con Hillary Clinton, el interés humano del caso facilitó sentidas apariciones de la niña con su sacrificada madre en programas de televisión y reportajes especiales de prensa, además de comparecencias a dúo en el Congreso para hablar de los problemas del sistema sanitario y entrevistas con senadores y políticos.
Ahora, todo parece hundirse como un castillo de naipes. Los medios que llevaron a sus portadas a la pequeña Jennifer y su heroíca madre vuelven a ocuparse de ellas, pero para denunciar el truculento caso. La policía, después de haberse entrevistado con decenas de médicos y enfermeras, ha detenido a la obesa Kathleen. Entre las acusaciones figuran, según The Washington Post, las de someter a su hija a intervenciones quirúrgicas que no necesitaba, como la extracción de la vesícula, del apéndice y de parte de los intestinos. Cada vez que la niña estaba en una clínica y recibía la visita de su madre, empeoraba a base de medicaciones administradas por Kathleen. Una enfermera escuchó en una ocasión gritar aterrorizada a la niña "¡No, no, no!". Cuando acudió a ver qué pasaba descubrió que la madre le estaba inyectando un producto en la boca.
Coches y vacaciones
Se teme incluso, a la luz de las pruebas efectuadas, que el desequilibrio de Kathleen Bush la llevara a contaminar con heces las sondas de alimentación de su hija cuando ésta se encontraba en una de sus múltiples estancias hospitalarias.La madre de la niña negó al diario de la capital norteamericana, antes de ser detenida, cualquier intervención personal para empeorar las enfermedades de su hija, que según ella sufría de inmunodeficiencia, alteraciones vesiculares, otitis y síndrome de seudoobstrucción intestinal crónica.
Un juez de Fort Lauderdale debe decidir ahora sobre el procesamiento de Kathleen después de examinar las acusaciones que pesan sobre ella. Además de la de tortura, Kathleen Bush tiene que responder a otra acusación de fraude que pesa sobre ella. En 1994, al mismo tiempo que organizaba campañas de recogida de fondos para pagar los cuidados médicos de su hija alegando la ruina más absoluta, la familia se compraba un coche nuevo y una moto, renovaba la cocina de la casa, se instalaba una piscina y, quizá para descansar del trajín, se iba de vacaciones al Caribe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.