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Mañanitas de Madrid I

Viejo y olvidadizo amante del parque del Retiro, cumplo la promesa no expresada de regresar, con sosiego, en diferentes días y horas, para enterarme de lo que está pasando. Puede que ya no vuelva. Comienzo por aventurar que ésta no es nuestra primavera, que nos la han cambiado, aunque, por una vez, para mejor. Se despierta muy temprano el día, una hora menos que hace poco, emperezada la ciudad entre brumas, que entibia y pronto calienta el resuello del sol, escaleras arriba del termómetro. No han dado las once y ya bulle una tranquila vida entre sus paseos principales, por esta zona norte que me propuse visitar, no en calidad de turista o de cateto, sino como antiguo amigo de la niñez -la mía, claro- dispuesto a una tertulia con lo que transite por delante de los ojos, y en la resurrección de los recuerdos.Me instalo en un banco, de espaldas al Paseo de Coches, a la altura del antiguo y modesto zoológico, hoy reliquia de muy poco esplendor, la verdad sea dicha. Ni los más benévolos y condescendientes propósitos me harían decir que el asiento es cómodo, ni siquiera bien ideado, para el común de las anatomías. No suelen compartirse, pues hay para todos, prendidos al suelo como al tresbolillo. La pareja de enfrente, matrimonio veterano, sin duda: ella está enfrascada, bisbiseando los chismes tecnicoloreados de ¡Hola!, y él hojea el Abc, comenzando por las terminales páginas de las esquelas. Quizá han suscrito un firme y riguroso pacto de silencio, según el cual, ni ella le informa de los más recientes embarazos, deseados por el público lector, ni él de los sorprendentes loores de don Juan de Borbón.

La mamá primeriza empuja el cochecito de su bebé, con cierto aire triunfal, como si fuera el fruto de una hazaña singular y sobrehumana; elige el lugar de reposo, pronto abandonado, con el nerviosismo de las debutantes. Ahí, las amas de cría gallegas y asturianas, desenfundaban la generosa ubre prestada, que hoy suplanta la dietética de laboratorio. Esa mujer menuda, que se viste como para ir a un besamanos -zapato de medio tacón, tailleur gris marengo, camisa blanca, bolso negro, al antebrazo-; quizá pasea su remordimiento por donde, hace medio siglo, le dio calabazas al desvanecido hombre de su vida.Las ardillas han encontrado definitivo y acogedor asentamiento. Del árbol cercano desciende una nerviosa silueta, la enorme cola plumosa, flameando, como un fuego ondulante. Animal listo, juega y se burla del candor de un par de niños, que apenas se tienen de pie. Les provoca, hasta verles demasiado cerca, da un brinco, como la limadura atraída por el imán, e hinca las garras, boca abajo, en el tronco, donde apenas rozan los dedos infantiles. Un gran perro lobo canoso mantiene el paso de su amo y vuelve la cabeza, con leve y desdeñoso interés hacia el azogado y aturdido roedor. A la espalda, se aproxima el sonar de las castañuelas que, sobre el asfalto, tocan los cascos de los caballos montados por una pareja de guardias municipales. Un reducido grupo de jóvenes de ambos sexos e idénticos pantalones vaqueros azulados, pasean la decepción de unas oposiciones inalcanzadas. A otra anciana, alhajada de su bisutería, la escoltan un bastón de ébano, con puño de plata y una señorita de compañía, quizá la sobrina solterona y desalentada por una herencia que se cobró el anticipo de su juventud. Pasa la vieja de pueblo, enlutada, desde el pañuelo de cabeza, cuerpo enjuto, de: pocas lujurias, perfil de ave desconfiada y paso regular. Hombres decrépitos, aseados y encogidos hasta la antigua talla española, que apenas sobrepasaba el metro y medio. Muchas gorras de visera y boinas, trufadas a los sombreros de fieltro. Hablan poco, si van juntos, como si apenas mereciera la pena discrepar por nada. Aunque no parece ambiente optimista, flota entre la fronda de los crecidos árboles un vaho de sosiego que templa el corazón. Hay más cosas que contar de nuestro parque, donde ocurren los portentos de una Corte de los Milagros. Otro día, será la peripecia de los patinadores, la nostalgia de la Casa de Fieras. Otro día, quizá la próxima semana, sin ir más lejos.

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