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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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El fin del tutelaje de EE UU en Asia

Antonio Caño

Precedido por la tensión militar resurgida en la península de Corea y por las recientes amenazas de China contra Taiwan, el presidente Bill Clinton pone mañana los pies en Asia con la intención de renovar el compromiso de Estados Unidos en la seguridad de sus principales aliados del continente. Después de una breve visita a Corea del Sur, Clinton viajará a Japón, donde tiene previsto actualizar el tratado militar que une a ambos países.Pero, al margen de las declaraciones y los gestos, esa actualización no puede ser más que el reconocimiento de que los años del tutelaje norteamericano en esta región parecen llegar a su fin.

Estados Unidos tuvo que abandonar sus bases en Filipinas en 1992. En Japón, aunque todavía no ha disminuido su presencia militar, el Gobierno norteamericano anunció la pasada semana la devolución de una tercera parte de su territorio en la isla de Okinawa (Japón), como respuesta a la creciente presión popular en contra de la presencia de las tropas estadounidenses.

Estados Unidos cuenta todavía con cerca de 37.000 hombres en Corea del Sur y, más de 45.000 en Japón, pero una futura disminución de esa fuerza es previsible, tanto por las condiciones políticas en Washington -donde republicanos y demócratas empujan en el Congreso por lograr la reducción de ese tipo de gastos- como por las condiciones propias de los países de la región.

Aunque tanto en Corea del Sur como en Japón se sigue considerando necesario el paraguas militar norteamericano frente al desarrollo de China, existe una opinión creciente entre las naciones del área de que ese paraguas ya no es suficiente -y lo será menos en el futuro- para garantizar la seguridad en la zona. De hecho, varios países han buscado por su cuenta políticas más acomodaticias con Pekín.

La línea medular de la estrategia de la seguridad de EE UU en Asia es Japón, el país con la mayor concentración de fuerzas norteamericanas y el más estrecho aliado de Washington. Esta alianza se ha visto sin embargo debilitada en los últimos años por las diferencias comerciales y por el aumento del nacionalismo japonés.

Como afirma un editorial del semanario The Economist, "la alianza está dañada por fuerzas que ninguna cumbre puede detener: Estados Unidos está gradualmente perdiendo interés en defender amigos suficientemente ricos como para defenderse a sí mismos, y el rico Japón está perdiendo la paciencia con el tutelaje norteamericano".

El incidente ocurrido en Okinawa en el mes de septiembre del año pasado, cuando una niña de 12 años fue violada por tres marines norteamericanos, supuso un momento crucial en el debilitamiento de esa alianza. Los japoneses empezaron a preguntarse qué sentido tiene pagar 5.000 millones de dólares (unos 625.000 millones de pesetas) al año -el 70% del coste total- para mantener a su territorio a una fuerza extranjera que maltrata los nacionales.

La juventud, en contra

No es todavía la mayoría de japoneses la que piensa así, según encuestas. Pero el número de los que piden la retirada de las tropas norteamericanas ha crecido, sobre todo entre los jóvenes. También en EE UU algunos expertos han sugerido la conveniencia de cerrar las bases militares en Japón.Una medida así obligaría a Japón una apresurada política de rearme, incluyendo bombas atómicas, y desencadenaría una carrera armamentista en otros países de la región que temen tanto a China como a Japón.

Ese temor ha contenido hasta ahora las tentaciones de ambos lados de poner fin al tutelaje. Pero es incierto cuanto tiempo más puede durar esta contención. En los últimos años, las necesidades comerciales han cobrado prioridad en la mayoría de los países, y esas necesidades conducen a Japón y a Estados Unidos al enfrentamiento, mientras que obligan a todos a entenderse con el régimen que gobierna en Pekín.

Desde la primera vez que Clinton visitó Japón, hace tres años, ambos países han librado al menos dos grandes guerras comerciales. En una de ellas, la de los automóviles, el ministro que entonces negoció el acuerdo, Ryutaro Hachimoto, ganó tanta popularidad en Japón que ha acabado siendo primer ministro. En esos tres años, en los que Japón ha tenido cinco diferentes jefes de Gobierno, este país ha pasado por una fase de recesión económica y de crisis política que tampoco contribuyen a hacer más sólida la OTAN del Pacífico.

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