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LA LIBERACIÓN DE ALDAYA

El miedo del día después

No hay reglas fijas ni comportamientos iguales. Cada uno de los secuestrados por ETA ha reaccionado de forma distinta tras su libertad. Pero en todos queda -aun en el rincón más último del alma- un sentimiento de miedo, de indefensión, de ansiedad. Lo dice la psicóloga Carmen Carcedo: "Reincorporarse a la vida normal tras un largo cautiverio no resulta fácil y requiere de un periodo de adaptación muy complicado".Uno de los secuestrados que, aparentemente, menos secuelas ha tenido reconoce que "no puedo conciliar el sueño". Se trata de Jaime Caballero, empresario capturado por ETA en 1986, que contaba hace unos meses a este periódico: "Prueba de que no he sufrido secuelas mentales es que la oficina donde trabajo está al lado del agujero donde me tenían metido. Lo veo desde aquí. Y no pasa nada".

Pero no todos tienen esa tranquilidad. Ni esa locuacidad. Lo más habitual es que los que han sufrido un secuestro intenten no hablar nunca jamás de ello. Olvidar.

Las secuelas más habituales suelen ser las fobias, la sensación de persecución y la desconfianza, dice Carcedo. Temen seguir recibiendo amenazas. Que pueda repetirse de nuevo. "Sólo le puedo decir que prefiero morir antes que volver a pasar por aquello", afirmaba una de las víctimas al hablar de sus sufrimientos.

Otros los han superado mejor. José Liperheide, industrial vasco de origen alemán, fue secuestrado en 1982. Permaneció 31 días en el encierro. Y, tras su liberación, prácticamente al día siguiente, ya estaba trabajando en su fábrica. Toda la familia intentó dar un aire de normalidad a su vida.

Pero la salud de las personas que han pasado por una experiencia semejante no vuelve a ser la misma. El caso más claro es el de Segundo Marey -secuestrado por los GAL-, cuyo estado físico quedó muy dañado.

El sufrimiento causado por el secuestro se ceba de forma muy especial en los familiares de las víctimas.

Javier Rupérez, secuestrado por ETA durante 31 días en 1979, siempre ha sostenido que el cáncer que acabó con la vida de su esposa tuvo su origen en el dolor causado por ETA. Es una posibilidad que admiten algunos médicos. El hijo de Liperheide comparte parecidas tesis. Su padre murió de cáncer. Otro secuestrado, Luis Manuel Allende, falleció por las mismas causas un año después de haber caído en manos de ETA. Luis Suñer, que soportó 73 días de cautiverio sin poder ponerse en pie, sufrió problemas en las piernas.

A los dolores físicos los secuestrados añaden una tortura psicológica que los terroristas buscan para doblegar su entereza. Javier Bandrés, profesor de psicología en la Universidad de Vigo y autor de la Psicología en los campos de concentración de Franco, sostiene que "el secuestro en régimen de aislamiento tiene como consecuencia -¿y como objetivo?- la aniquilación psicológica del secuestrado".

Bandrés argumenta que depende de los rasgos psicológicos de la víctima que esa consecuencia llegue a materializarse. Hay una gran variedad de reacciones ante una situación tan brutal Las víctimas con personalidades fuertes y estables, con sistemas de va lores arraigados y con una buena conciencia de sus fuerzas y limitaciones", dice, "tienen más probabilidades de soportar la experiencia con las menores secuelas".

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