¡Vale!
¡Vale!, hagamos un ejercicio de desmemoria y no tengamos en cuenta lo dicho y hecho en años tan pretéritos (prehistoria pura, vamos) como 1993, 1994 y 1995. Consideremos como normal, moderno, democrático, etcétera el asistir mudamente a la partida de cartas entre Pujol y Aznar sin que sepamos hasta el momento si utilizan baraja francesa o española y, lo que es peor, sin que todavía hayan decidido quién de los dos será mano. Admitamos (sin rubor, a poder ser) que el líder de la oposición en funciones es un neoconverso y ferviente devoto de la Moreneta, devorador insaciable de la obra de Salvador Espriú, Carles Riba y Eugeni d'Ors así como practicante habitual de un idioma tan reducidamente circular como es el catalán. Contemplemos (con resignación cristiana, por supuesto) cómo se promueve a la presidencia del Congreso de los Diputados (ya se sabe: el hombre de todos, referencia de concordia, etcétera) a uno de los más fogosos y beligerantes opositores en la anterior legislatura. Asumamos también que los hasta ahora abanderados del nacionalismo español hablen con extraordinaria ligereza de federalismo, corresponsabilidad fiscal, transferencias, hechos diferenciales, etcétera. Pero, mientras tanto, consiéntasenos al menos una leve e irónica sonrisa- . La Coruña.
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