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Ciudad Juárez, bajo el terror por el salvaje asesinato de 16 chicas

Una desangelada ciudad fronteriza. Dieciséis cadáveres de adolescentes violadas y estranguladas, algunos con amputaciones, arrojados en descampados. Un demente que envía cartas con horrendas descripciones de los crímenes bajo el nombre de Richy el Violador. Un químico egipcio aficionado, al puterío entre rejas como principal sospechoso. Pero los asesinatos continúan. No es un guión del cineasta David Lynch. Es la cruda realidad que aterroriza en los últimos ocho, meses a los habitantes de Ciudad Juárez, localidad del Estado mexicano de Chihuahua fronteriza con Estados Unidos.

Mes a mes, desde agosto pasado, 16 cuerpos desnudos y semienterrados de muchachas de entre 15 y 17 años han ido amargando el desayuno a las autoridades policiales. Los nueve primeros asesinatos ocurrieron el año pasado. Los cadáveres se encontraron indefectiblemente en Lote Bravo, un descampado al sur de la ciudad, cerca del aeropuerto. Las siete restantes han sido asesinadas en los dos últimos meses y sus cuerpos abandonados en Lomas de Poleo, un paraje semidesértico al noroeste de la ciudad, zona de cruce de emigrantes ilegales a Estados Unidos.En todos los casos se trata de adolescentes morenas, delgadas, con el pelo largo. Al menos la mitad de los cadáveres tenía amputado el pezón izquierdo. Con navaja o a mordiscos. La policía ha logrado identificar a siete de las víctimas: son muchachas de Ciudad Juárez, estudiantes o empleadas, que habían acudido a locales nocturnos, algunas sin permiso paterno. Del resto se han hecho retratos robot con ayuda de los forenses. Hasta ahora nadie las ha reclamado, lo que hace pensar que se trata de jóvenes foráneas que esperaban el momento para dar el salto al otro lado de la frontera.

La policía empezó a seguir la pista de dos posibles autores: un individuo con antecedentes de asesinato en Estados Unidos y un trastornado que se dedicaba a bombardear a centenares de familias con panfletos en los que narraba e ilustraba los crímenes con una precisión espeluznante. Los firmaba como Richy el Violador. ninguno de los dos condujo a nada.

Así estaban las cosas cuando, en septiembre, una menor denunció que había sido secuestrada y violada por un hombre que la amenazaba "con hacerle lo mismo que a las otras". A la policía se le abrió el cielo y detuvo a Abdel Sharif, químico egipcio de 44 años. Sharif negó los cargos. Dijo que la muchacha era una prostituta que pretendía sacarle más dinero. Los análisis periciales no encontraron pruebas de violación y la menor, toxicómana, no se presentó a ratificar la denuncia. Pero las cosas se complicaron para Sharif. Decenas de testigos voluntarios afirmaron que habían visto al egipcio con tres de las víctimas. Varias mujeres que mantuvieron relaciones sexuales con él lo describieron como un hombre muy violento. Para colmo, Sharif tenía antecedentes en Florida por abusos sexuales.

Los tribunales se negaron a procesar al egipcio por los asesinatos, al considerar que no había pruebas suficientes contra él. La procuraduría ha recurrido el fallo. Sharif sigue en la cárcel y proclama su inocencia. Y mientras, los asesinatos continúan. Tres meses después de la detención del egipcio fueron hallados otros dos cuerpos. Y siete más en 1996. La policía cree que estos últimos crímenes son obra de otro individuo que imita el siniestro ritual de su antecesor.

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