"Los resultados del 3-M son consecuencia de la madurez"
Catedrático emérito de Harvard, este tinerfeño que nació en 1922 se exilió en 1938 y pasó la mayor parte de su vida en Estados Unidos. Dedicó 10 años a reunir la obra de Azaña, que publicó en México, La vocación de Manuel Azaña. Hoy, jubilado en Madrid, sigue escribiendo sobre los políticos españoles que marca ron para siempre las primeras décadas de este siglo. Su última obra, El secreto de España, es un recorrido por el pensamiento liberal.Pregunta. ¿Cómo valora los resultados electorales?
Respuesta. Me he, quedado admirado, aunque no me han sorprendido. Son el resultado de una madurez, de una sensatez, la expresión de lo que han sido estos últimos años y de aquello que respondía Aranguren cuando le decían que el pueblo español no estaba preparado para la democracia: la única manera de prepararse para la democracia es tener democracia. Soy muy optimista. En este momento me parece extraordinario que el partido más o menos conservador, o de centro, o como ellos se llamen, haya recibido la respuesta en cierta medida humillante del pueblo español, que ha respondido diciendo: ¿qué derecho tienen ustedes para decir que iban a gobernarnos así, sin más, para hablar con esa petulancia de que iban a lograr mayoría absoluta? Además, se ha reflejado una variedad; me encanta que el bloque nacionalista gallego tenga dos diputados. Conozco bastante bien a Xosé Manuel Beiras [portavoz nacional del BNG], es un personaje fabuloso, no es extremista ni mucho menos, y su escaño representa lana realidad de Galicia. Y me encanta que haya un senador por Lanzarote y por El Hierro.
P. El resultado de las elecciones ha mostrado que España es un país dividido en dos mitades. ¿Le ha venido a la memoria el fantasma de la República?
R. No me asusta. En febrero de 1936, cuando ganó el Frente Popular, el número de votos fue casi igual, y entonces, con el sistema electoral que había, fueron ganadores, con mayoría absoluta, los del Frente Popular, lo que no se correspondía con el número de votantes. Azaña estaba asustado porque era muy difícil administrar esa victoria, como decía él, tan aplastante. Y luego, desgraciadamente, por motivos muy complicados, se produjo la guerra. No fue debido a eso, pero lo que quiero decir es que esto refleja bastante bien que debe haber un cierto convenio, un acuerdo; como decía Suárez el otro día, un consenso. Porque hay problemas que requieren toda la atención. Tiene que haber más cuidado, y creo que debo decirlo después de todo lo que se ha dicho de los catalanes, de Cataluña. Creo que Cataluña es más Europa que el resto, y todavía más hoy que antes. Cuan do yo veo el campo catalán, por ejemplo, veo que en ese pueblo hay una especie de confianza en la vida.
P. Y eso concretamente, los ataques a Cataluña, ¿sí le ha preocupado?
R. He visto gestos verdaderamente inquietantes en el Partido Popular no sólo hacia Cataluña. Por ejemplo, lo que ha dicho un concejal de Albacete, que ha llamado, asesinos a los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Los brigadistas supervivientes están muy contentos con la decisión del Gobierno socialista de darles la nacionalidad española, cumpliendo así la promesa que les hizo Negrín cuando les despidió. Es verdad que tengo un cierto temor... Me han relatado ahora en Tenerife que algunas personas que fueron importantes en la vida local en la época de la dictadura están surgiendo de nuevo, ocupando los mismos cargos. Me asustan esas primeras acciones que hemos visto en la derecha.
P. En su libro sobre el pensamiento liberal y los liberales españoles escribe sobre el anhelo de ser, Europa de aquellos intelectuales. Desde que está en España, hace cinco años, ¿ha notado que ese anhelo se está cumpliendo por fin?
R. Sí; creo que los jóvenes se sienten naturalmente europeos. Me parece que en eso influye la gran labor que se ha hecho con la educación. En el mismo barrio donde vivo me ha impresionado ver la cantidad de jóvenes que se conocen media Europa, y no es gente rica. Verdaderamente, este país ha cambiado mucho. Los liberales de la República, como Azaña y Ortega, le daban, una extraordinaria importancia a la educación, y si uno piensa en lo que ha sucedido en este país la extensión de la educación pública, se puede estar satisfecho. Puede haber algunos aspectos que son, digamos, demagógicos, como que haya tantas nuevas universidades, para las que no hay suficientes buenos profesores, lo que baja el nivel, pero, de todos modos, la cultura se amplía, y gente que no podía estudiar, porque trasladarse a otra ciudad cuesta dinero, tiene una universidad a la puerta de su casa.
P. ¿El PP es una derecha europea?
R. Creo que lo mejor que se puede decir es que es una derecha, al menos una parte del PP; como los partidos democristianos: una burguesía democrática y conservadora europea. Me preocupa, y es un tema delicado, lo referente a la relación entre la Iglesia y el Estado. El gran proyecto de Azaña, y de Ortega y Unamuno, era conseguir el Estado laico, que el Estado facilitara la educación pública laica, y a mí me parece que la Iglesia católica tiene todavía demasiados privilegios. Es excesivo el sostén que el Estado da a los colegios religiosos. Desde luego, en Francia es impensable, se sostienen ellos mismos, y además los católicos no habrían aceptado otra cosa. Y, claro, si eso ha sucedido con los socialistas, del lado del Partido Popular no nos vamos a parecer más a Europa, sino que mantendrán el lugar privilegiado en la enseñanza religiosa tal como lo tuvo en los años caudillistas.
P. En su libro El secreto de España usted recoge una cita de Ortega que dice que Pablo Iglesias logró poner a nivel europeo los conflictos de la clase obrera. ¿Ese afán de ser Europa lo ha recogido Felipe González?
R. Sí. Pablo Iglesias no tenía conciencia de que lo que estaba haciendo era europeizador, no tenía un pensamiento político; lo que tenía eran objetivos concretos, mejorar la situación de la clase obrera, conseguir un lugar en el Parlamento. En cambio, Felipe González tiene una conciencia europea y una voluntad. En este sentido, es incluso notorio que a él le ha interesado mucho más, y yo diría lógicamente, el conseguir esa europeización que ocuparse de la política que podríamos llamar menor.
P. Cree usted que, como dijo en su día Ortega, ¿ahora es verdad que votar liberalismo es votar socialismo?
R. Sí. En cierto sentido, los buenos liberales están dentro del PSOE, en el sentido que Unamuno o Azaña lo decían: que el Estado sea el iniciador de los cambios, el protector de las libertades, el transformador de la sociedad. A lo que Ortega se refería, al decir que había que crear un partido liberal socialista, era a esto precisamente, al PSOE. Es decir, mal que pese a ciertas gentes, Aznar es un personaje anacrónico y Felipe es admirado en Europa.
P. Y el mal liberalismo, ¿dónde está hoy?
R. Ese mal liberalismo es la derecha, era Reagan, que fue el gran enemigo de la palabra liberal. Lo que se llama liberal en EE UU es el Partido Demócrata, que comparte el sentimiento de los que se llaman liberales y a los que se insulta llamándoles así; ellos consideran que el Estado tiene un deber respecto a la colectividad. Recuerdo esa imagen protegiendo a la muchacha negra que entraba por primera vez en una escuela de blancos; esto no se hubiera podido hacer si el Estado federal no hubiera sido liberal. Eso es lo que Clinton representa, y mucho más que él, Hillary.
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