El Kremlin cierra filas contra los comunistas
Los expertos aseguran que Borís Yeltsin será reelegido presidente, aunque dudan que lo logre jugando limpiamente en la liza electoral
Entre los politólogos rusos, que se mueven en los ambientes etiqiuetados como reformistas y democráticos de Moscú, hay un amplio consenso: Borís Yeltsin será el próximo presidente de Rusia, aunque tiene escasas posibilidades. de ganar honradamente las elecciones del próximo 16 de junio.A medida que se acerca el día decisivo, el mensaje político del Kremlin parece reflejarse cada vez más en una sola consigna -No pasarán-, dirigida hacia los comunistas y a su candidato, Guennadi Ziuigánov, el principal rival de Yeltsin.
El No pasarán simbólico, en torno al que cierran filas hoy los yeltsinistas, tiene un frente de batalla público en la campaña electoral, que aprovecha todos los recursos al alcance del líder, y especialmente la televisión.
En este frente, Yeltsin ha ten¡(lo que reestructurar su equipo electoral, convertido en una selva organizativa bajo la gestión de Oleg Soskovets, el primer vicepresidente del Gobierno. Ahora, el jefe del Gobierno, Víktor Chernomirdin, y el asesor presidencial jefe, Víktor Iliushin, han relegado a Soskovets y han tomado las riendas de la campaña. Junto a ellos se ha lanzado al ruedo Tatiana Diachenko, la hija de Yeltsin, que, según aseguran, manda mucho y se inspira en la hija del presidente francés, Jacques Chirac.
Yeltsin se ha apuntado una buena baza al incorporar al director de la cadena de la Televisión Independiente (NTV), Igor Malashenko, al círculo más reducido de los consejeros electorales de Yeltsin, donde, además de la hija de éste, figuran el jefe del Servicio Federal de Seguridad, Mijaíl Barsukov, y Alexandr Korzhákov, el jefe de la escolta de Yeltsin, así como Nikolái Yegórov, el duro jefe de la Administración.
A cambio de la solidaridad, NTV, una cadena privada que emite ocho horas diarias, tendrá más cerca su meta de controlar un canal entero. NTV, que hace poco ofrecía la mejor información sobre Chechenia, es ahora menos crítica con el presidente Yeltsin y muestra la guerra de forma más aséptica y con un empleo más discreto de los cadáveres, que tanto molestan al líder máximo del Kremlin.
Junto a su dimensión pública, la consigna de No pasarán del Kremlin posee además una dimensión oculta, a saber, las tentaciones -o, según algunos, "planes bien concretos"- de impedir o anular la expresión de la voluntad popular de Rusia en las urnas.En charlas privadas, políticos que se mueven en el Kremlin exponen diferentes variantes de lo que sería "una actuación contra el derecho, pero basada en una razón moral" para defender el futuro del sistema democrático. Las fuentes hablan en condicional y repitiendo que estas especulaciones antidemocráticas "no han sido discutidas abiertamente". Con todo, y por lo que pueda pasar, he aquí algunas de las ocurrencias de la élite rusa para asegurar su- posición hasta fin de siglo:
1. Un acto terrorista provocado desde los sótanos de algún servicio de seguridad, para el que se contaría tal vez con la colaboración, consciente o inconsciente, de los independentistas chechenos. El suceso crearía una situación de emergencia que podría ser utilizada para suspender las elecciones presidenciales.
2. Una poderosa campana propagandística contra los comunistas, posiblemente con "sensacionales revelaciones" so bre Ziugánov y otros líderes que fomente el síndrome de Alemania en 1933, es decir, la idea de que está justificado atajar el ascenso de un per sonaje, y un partido que, como Hitler y los nazis, serían pe ligrosos para la de mocracia. Este guión, que podría permitir suspender las elecciones antes de la primera vuelta, contempla la prohibición rigurosa del Partido Comunista.
3. Suspensión de las elecciones entre la primera vuelta y la segunda (prevista para el 7 de julio) si Yeltsin no pasa a la segunda vuelta o pasa con gran desventaja respecto al primer clasificado. Esta variante implicaría la colaboración del Tribunal Supremo, institución a la que corresponde invalidar las elecciones.Uno de los argumentos propagandísticos en apoyo de este guión es el síndrome de Argelia 1991, es decir, la necesidad de impedir que el fundamentalismo ruso llegue al poder tras evidenciar la solidez de sus posiciones.4. El fraude electoral, poco factible si la diferencia porcentual entre los candidatos es muy grande, pero que podría limar pequeñas diferencias porcentuales e inclinar la balanza en otra dirección, como sucedió en 1993 con el referéndum sobre la Constitución, en opinión de solventes estudiosos.5. Un golpe de Estado palaciego sin disimulos ni excusas teóricas de ninguna clase, dirigido por las "personas a las que no se les pasa por la cabeza siquiera que Yeltsin enga que entregar el poder a alguien".
La capacidad de Yeltsin para transferir o no el poder es objeto de animado debate en los cenáculos políticos moscovitas, donde algunos dudan de que el líder, llegado el caso, entregue el poder a correligionarios democráticos, si alguno de ellos, llegara a vencer, apoyándose en la llamada Tercera Fuerza.
Dado el poco progreso de los candidatos de este sector (Grigori YavIinski, Alexandr Lébed, Sviatoslav Fiódorov y Mijaíl Gorbachov) para articular una alternativa, algunos reformistas, que no simpatizan con Yeltsin, piensan ya en ayudarle a ganar "por las buenas", para evitar que siga en el poder "por las malas", evidenciando así la fragilidad de la democracia rusa.
Y aunque el Kremlin está logrando equiparar las elecciones del 16 de junio a un dilema entre democracia y totalitarismo, el dilema real se da más bien entre la esperanza de una democracia al final de un régimen con rasgos autocráticos y el miedo a la vuelta de un pasado sin libertades y una economía de carencias y de colas.
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