Dole frente a Clinton
Resultará que el demócrata Bill Clinton es un individuo afortunado sin duda alguna, a no ser que resbale en una piel de plátano. Irónicamente, su primer golpe de suerte lo constituyó el gran triunfo electoral de los republicanos de hace 15 meses gracias al que éstos consiguieron el control total del Congreso. Ante el pasmo del país, Newt Gringrich y su grupo de inexpertos senadores republicanos procedieron a desmantelar el Gobierno de Estados Unidos en nombre de su magro y mezquino Contrato con América con un fervor que dejó en mantillas a nuestros peores enemigos de la guerra fría. Newt, que copió sus estrategias de un viejo manual de Mao, olvidó que Mao no tenía que enfrentarse a los electores. El y su grupo en el Congreso cayeron en desgracia a la misma velocidad que habían subido. Uno de los motivos por los que el Partido Republicano parece actualmente un monstruo sin cabeza en proceso de desintegración es que ninguno de los candidatos que intervinieron en la campaña de las primarias republicanas para ser candidatos a la presidencia desea que la opinión pública le asocie con Newt, su banda, y su desastroso Contrato con América, que pasará a la historia como una de las aberraciones transitorias de EE UU.Tan pronto como Newt fue cortado de raíz, surgió su archienemigo, Patrick Buchanan, admirador de Francisco Franco. Su estilo es parecido al de Evita Perón y del Mussolini de los primeros tiempos. Bob Dole, que será el candidato republicano después de haber obtenido la victoria, en las primarias del supermartes celebradas hace dos semanas y en California el miércoles pasado, tiene el mismo atractivo que un cadáver. Y el multimillonario Steve Forbes cree que la forma de conseguir la designación es comprándola. Además está el surista excéntrico habitual, Lamar Alexander, a quien nadie conoce.
Buchanan no podía ganar la designación a candidato presidencial republicano ni aunque para evitarlo el partido tuviera. que enroscarse como una rosquilla y adoptar la insólita medida -no se ha hecho prácticamente nunca- de arreglar entre bastidores la convención. Pero puede destrozar el Partido Republicano, que ya está hecho pedazos. Curiosamente, también ha alterado el debate político de una forma que favorece a Clinton. Buchanan ha abierto una caja de Pandora. Ha ido más allá de las palabras falsas tanto de republicanos como de demócratas y ha dicho que Estados Unidos, es un emperador que va desnudo. Las clases medias y trabajadoras están atrapadas en un torno económico terrible. Las regulaciones laborales, el coste creciente de la educación y la sanidad' y la falta de nuevos puestos de trabajo significan que el estadounidense medio se enfrenta a más inseguridad en el futuro que en ningún otro periodo desde la gran depresión de los años treinta. Con su extraño estilo de populismo de derechas, Buchanan ha resucitado el lenguaje de esos años. Ha señalado a las grandes empresas y al establishment financiero como el enemigo malo. Es un hábil propagandista porque lo que dice del sufrimiento económico es cierto y sus fructíferos ataques a la avaricia de las grandes empresas están obligando repentinamente a los otros candidatos republicanos a hacer suyas las mismas preocupaciones.
Si Buchanan, de la derecha populista, puede atacar la avaricia empresarial, con ello abre la puerta a los demócratas para reclamar su territorio natural. Y los demócratas ya no necesitan preocuparse porque los conservadores les califiquen de "liberales": Buchanan está muy ocupado calificando a Dole y Forbes de social-liberales, así que ya no hay por qué tener miedo a esa palabra. Mientras los candidatos republicanos se han dedicado a gruñir, insultarse y destrozarse mutuamente, Clinton ha viajado frecuente y silenciosamente a Nueva York; ha tenido reuniones con el establishment financiero, habitualmente grandes contribuyentes republicanos, que se están asegurando contra el buchananismo haciendo grandes contribuciones a las arcas de la campaña de Clinton.
Soy una neoyorquina que vivió en Tejas durante los sesenta y siempre me ha preocupado que los del Norte no tengan ni idea de cómo funcionan el populismo y la derecha religiosa en el Sur profundo y en el Suroeste. Una de las razones por las que los intelectuales conservadores republicanos han sido tan miopes en lo que respecta al auge del populismo y de la ultraderecha es que los republicanos creían que no podrían ganar unas elecciones nacionales sin su voto. Racionalizaron que dejarían a la derecha religiosa "un puesto en la mesa". A cambio, los republicanos serían discretos con el aborto y defenderían las virtudes familiares y la oración en las escuelas. Pero los populistas querían ser la mesa, y se multiplican rápidamente haciendo campaña desde la base.
Doy clases en un seminario de ficción dentro del programa de escritura para licenciados del City College, que forma parte del sistema universitario público de Nueva York. Para las mentes de los conservadores, que no parecen darse cuenta de que los noventa no son los setenta, el centro es un semillero de minorías, gay, feministas, etcétera. Puede que eso fuera entonces. Pero no lo es ahora. Las clases medias están volviendo en tropel a las universidades públicas porque no se pueden permitir pagar 60.000 dólares por una licenciatura de la, Universidad de Nueva York o de Columbia. Las becas para estudiantes han disminuido drásticamente y los préstamos gubernamentales ya no están considerados como deuda segura. Cuando le pedí a un amigo, periodista republicano que me dijera quién cree que asiste al City College, que está en Harlem, describió a una especie de receptor de subsidios izquierdista. Se quedó pasmado cuando le dije que la mayoría de mis estudiantes procedían de escuelas de la Ivy League como Yale, y que uno de ellos es descendiente de un famoso presidente republicano.
Muchos observadores sociales creen que, debido a que la situación económica de Estados Unidos será turbulenta y no tendrá solución en una década al menos, lo que predominará será una especie de liberalismo político. Estados Unidos es tan grande que, con nuestra historia, no resulta incoherente que al tiempo que florece el liberalismo tengamos grandes parches de populismo xenofóbico de derechas.
Barbara Probst Solomon es escritora y periodista estadounidense.
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