Una cueva

Con gran sorpresa por mi parte, pude comprobar hace algún tiempo que en la estación de Príncipe Pío no existen retretes públicos. Con anterioridad (y con mucho menos sorpresa, claro) había podido comprobar también que la obra realizada tenía todo ese aire tan español de lo interminable inacabado. La estación es ahora un espacio amplísimo y amorfo en su interior, media estructura reformada y la otra media sin tocar siquiera.Antes había unos servicios (infames, eso sí). Ahora son una cueva derrumbada al lado de una tétrica sala de espera en la que es difícil no pensar que cualquier cosa puede pasar menos un tren, pues, además, está a unos cien metros de las actuales vías. En la cafetería que todavía existe, un letrero a mano indica al necesitado buscador de alivio vesical que allí tampoco hay urinarios.

Entre tantas cifras como se manejan para este tipo de presupuestos, ¿no había unas 600.000 pesetas para construirlos?

Como esta gente gestiona el dinero que nos arranca en formato legal de contribución e impuestos indirectos, es indignante. Supongo, no obstante, que ésta es una muestra más del Estado de bienestar del que tanto se habla ahora: una vejiga llena condenada a ser evacuada en un rincón o en medio de las vías. 0 condenada a quedarse con el sufrimiento de algo tan primario como la necesidad.- Luis Cardiel.