La llave de La Moncloa
Qué es, quiénes son, cómo son, qué hacen, cuántos son: radiografía de CiU, la coalición catalana en la que se dan cita la socialdemocracia, la democracia cristiana y el liberalismo Las montañas de Montserrat bajo un cielo rojizo reciben al visitante en la sala del Paleolítico. Es uno de los dioramas del Museo de Historia de Cataluña, abierto el pasado mes de febrero en Barcelona. En él se puede entrar en la tienda del rey Jaume I, pasar de puntillas por la revolución industrial y desembocar en el puerto de aguas tranquilas del periodo hegemónico de Convergéncia i Unió (CiU). Es un museo para "el reforzamiento de la conciencia nacional de cataluña", había dicho Jordi Pujol en octubre del año pasado, en una visita de obras. "Soy como el buen payés que da un paseo para ver cómo están los cultivos. Quizá no recogeré yo la cosecha, pero me gusta ver que crece bien", dijo a la sazón el presidente de la Generalitat. Por el momento, la mies ha sido abundante para Convergència i Unió, la coalición integrada por los dos partidos que se han convertido en elemento clave para la gobernabilidad de España. Pero ¿cuál es la fórmula que permite tales éxitos?
Las montañas de Montserrat bajo un cielo rojizo reciben al visitante en la sala del Paleolítico. Es uno de los dioramas del Museo de Historia de Cataluña, abierto el pasado mes de febrero en Barcelona. En él se puede entrar en la tienda del rey Jaume I, pasar de puntillas por la revolución industrial y desembocar en el puerto de aguas tranquilas del periodo hegemónico de Convergéncia i Unió (CiU). Es un museo para "el reforzamiento de la conciencia nacional de cataluña", había dicho Jordi Pujol en octubre del año pasado, en una visita de obras. "Soy como el buen payés que da un paseo para ver cómo están los cultivos. Quizá no recogeré yo la cosecha, pero me gusta ver que crece bien", dijo a la sazón el presidente de la Generalitat. Por el momento, la mies ha sido abundante para Convergència i Unió, la coalición integrada por los dos partidos que se han convertido en elemento clave para la gobernabilidad de España. Pero ¿cuál es la fórmula que permite tales éxitos? ¿Quiénes son esos electores catalanes que se agrupan de forma tan eficaz alrededor de Pujol hasta convertirle en la llave de La Moncloa? "Pujol es una especie de taumaturgo, tiene capacidad de taumaturgia y consigue que la gente se identifique con él, con lo que dice". Joan Rigol, presidente de Unió Democrática -el pequeño socio democristiano de Convergéncia (con 14.000 militantes)-, es buen conocedor, por formación religiosa, de la taumaturgia. "En la moderna Generalitat, sólo ha habido tres presidentes con grandes cualidades de identificación con los catalanes: Francesc Maciá, Josep Tarradellas y Jordi Pujol", agrega Rigol. Pero ¿quiénes son los votantes -casi 1,5 millones de votos en las autonómicas de 1988- y los 3 1.000 militantes- que han sucumbido a los prodigios políticos de Jordi Pujol? Cuando se habla de CiU se piensa en el botiguer, en el payés. Agustí Bosch, profesor de ciencia política de la Universidad Autónoma de Barcelona, hace un diagnóstico: "La gente que agrupa CiU es muy diversa. Va desde la socialdemocracia hasta la democracia cristiana, Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior pasando por el liberalismo Los materiales son muy diversos, pero la argamasa de ese edificio que resiste el paso de los años tiene nombre y apellidos: Jordi Pujol". Convergéncia i Unió es tan diversa que le disputa con éxito las preferencias del empresariado y de la derecha al Partido Popular. Miquel Roca, hasta hace poco número dos de CDC, explica: "Cuando un partido alcanza en unas elecciones más del 40% de votos se convierte forzosamente en heterogéneo e interclasista; entre nuestro electorado marca más el factor de nacimiento -haber nacido en Cataluña- que la condición social", afirma. "Tampoco somos el partido de los botiguers -si lo fuéramos tendríamos 150.000 votos en toda Cataluña- ni tampoco el partido de la gente rural. En barrios de Barcelona donde viven gentes de profesiones liberales, como Sant Gervasi y Sarriá, recibimos el 50% de los sufragios. Y somos los más votados. en la Universidad", añade. "En Convergéncia Democrática impera un sentimiento de catalanidad difusa, que integra también a gente nítidamente nacionalista, pero sobre todo es un partido que parte del catalanismo político bajo las premisas de libertad, tolerancia y progreso", agrega Roca. Ese catalanismo difuso tiene sus signos y su cultura. Mientras el nacionalismo vasco tuvo su ideólogo, el catalanismo o el nacionalismo convergente bebe de di versas fuentes. Sabino Arana era capaz -aseguraba- de distinguirlos andares masculinos de un vizcaíno de los más afe minados, según él de los de un guipuzcoa no. El euskera, no obstante, quedaba -y en buena medida queda- recluido en zonas rurales o semirrurales. En Cataluña, por el contrario, la lengua ha sido hablada históricamente por una amplísima mayo ría en todo el territorio. Y el catalanismo político decir, la vertiente más acti vista del catalanismo cultural- ha tenido tantas interpretaciones como ideologías, desde el conservadurismo de la Lliga Regionalista, de Prat de la Riba y Francesc Cambó, hasta el progresismo de Esquerra Republicana, de Francesc Maciá. Para algunos historiadores, estuvo en los dos campos de la guerra civil. "Convergència Democrática retorna las dos herencias, la de la Lliga y la de Esquerrá Republicana. Algunas interpretaciones intencionadas dicen que CDC no es un partido ideológico, y, en cambio, sí lo es Unió, que es democristiano. Hombre, lo que se puede decir es que se han escrito más libros sobre el catalanismo que sobre la democracia cristiana", explica Miquel Roca.
La Moreneta y el Barça
Convergència nació precisamente en el escenario mítico del nacionalismo catalán y con un pretexto no menos simbólico. Fue el 18 de noviembre de 1974, en el monasterio de Montserrat -el de la Virgen Moreneta-, donde se juntaron un centenar largo de personas., La tapadera era un encuentro que congregó a 5.000 socios del Barça con motivo de los 75 años del club. La Moreneta y el Barça. Dos signos de ese catalanismo difuso que "sé lleva en el corazón", en palabras de Ramon Espadaler, arqueólogo de 32 años que milita en Unió Democrática, es diputado autonómico y dirigente de la comarca de Vie, en el centro de la llamada Cataluña catalana. Espadaler opina que la normalización lingüística debe hacerse con tranquilidad. "La ley ahora en vigor la aprobamos por unanimidad y la segunda que hace algo más de un año queríamos sacar adelante la retiramos de inmediato en cuanto vimos que no generaba el consenso suficiente", dice. Espadaler se declara partidario de la plena soberanía de Cataluña; no le preocupa hablar de independencia. "El café para todos no es una solución", dice el diputado democristiano, quien considera que CiU viene a ser la superación de la dicotomía derecha-izquierda en clave cátalana. No en vano procede de un partido, que durante la guerra civil se mantuvo fiel a la República y crítico con el Frente Popular. Su máximo dirigente, Manuel Carrasco i Formiguera -firmante del Pacto de San Sebastián, que trajo la República-, fue fusilado en 1938 en Burgos por los franquistas. Unió Demócrátíca ya intentaba, durante la guerra civil, la superación de la división entre derecha e izquierda en una Cataluña crispada. Unió partía del magisterio eclesial catalán, de una doctrina que se cimentó cuando, en el cambio de siglo, parte del episcopado hizo el salto desde el puro integrismo hasta el catalanismo, conservador. El obispo Josep Torras i Bages, abanderado de esas tesis, denunciaba que la disgregación y el odio social provenían de ideologías extrañas a Cataluña. A él se atribuye la máxima famosa "Cataluña será cristiana o no será"'.Esa doctrina tenía también su otro lado. Por defender la neutralidad de la Iglesia católica y la necesidad de reconciliación durante la guerra civil, el cardenal primado de España y arzobispo de Tarragona, Francesc Vidal Barraquer, murió en el exilio. Él, junto al vasco Mateo Múgica, negó su firma al documento episcopal que consagraba como cruzada la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Todo eso forma parte de la tradición, del poso que configura la ideología de la coalición nacionalista CiU. El presidente de Unió, Joan Rigol, afirma: "Convergencia i Unió son dos partidos: uno con una visión liberal o socialdemócrata, y el mio, que tiene 60 años de existencia y que ha tomado Como base la doctrina socialcristiana". Y agrega: "Convergencia i Unió pone el énfasis en el acento nacionalista, aunque somos consciente! de que no tenernos el monopolio del nacionalismo y que nuestra concepción del nacionalismo es plural". Rigol ha sido consejero de Trabajo y Cultura de la, Generalitat, y, durante este último periodo, en 1985, propugnó el pacto cultural, un intento de acuerdo para que la Política cultural no estuviera sujeta a los vaivenes electorales en Cataluña. "España es un Estado con 17 autonomías, pero existe otro mapa, el de las culturas gallega, catalana y vasca, y nuestro proyecto es ir hacia esa España, pero sin complejos, sin querer ninguna disolución y sin tener que pedir perdón cada vez que decimos que somos nacionalistas, porque parece que nos hemos de cambiar de sombrero cuando llegamos al corazón del Estado", subraya. "En CDC hay dos puntos de vista", explica Miquel Roca. "El mayoritario, que es alcanzar el máximo nivel posible de autogobierno con la voluntad de hallar encaje con España, y otro minoritario, que es independentista, pero que, hoy por hoy, opta por la visión más posibilista de CDC para trabajar por Cataluña", subraya el ex portavoz del Grupo Catalán en el Congreso de los Diputados. "Pero quede claro que nosotros no somos un partido independentista; el PSOE no es un partido republicano, y a buen seguro tienen a republicanos entre sus militantes", dice Roca. "Nuestra visión de España la sintetizaba el eslogan del Partido Reformista Otra forma de hacer España", subraya el ex portavoz. Pero ¿entiende el Partido Popular esa otra forma de hacer España? A juicio de Roca, la actual situación supone un tremendo estímulo intelectual. "Nosotros ya hicimos que Unión de Centro Democrático aceptase el hecho autonómico; también hemos conseguido que el PSOE de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico [LOAPA] se convirtiera en comprensivo y conciliador con los nacionalimos; sería bueno que ese proceso lo hiciera también la derecha española; lo que hemos demostrado es que somos un motor de sentimiento autonomista", concluye Roca.
Visiones deformadas
Ese giro, a juzgar por las palabras del secretario general de CDC, Pere Esteve, está todavía lejos. "La izquierda española nos ha entendido y no veo imposible que también lo haga la derecha", dice Esteve, sucesor de Roca en la secretaría general. Milita desde 1975 en CDC y cree que la visión que se tiene de Cataluña está algo envenenada. "Desde el resto de España hay ilusiones deformadas sobre Cataluña, como las que han dado la COPE o Abc. Tengo la impresión de que se nos juzga como gente cerrada, cuando en realidad somos gente abierta de un país abierto", destaca Esteve. "Siempre hemos sumado", agrega. Esa apertura parece haber contagiado a votantes y, militantes. Casi todos los consultados rechazan el estereotipo del nacionalista que mira TV-3, escucha Catalunya Rádio y lee el diario de orienta ción convergente Avui. "Hace unos años se decía que los socialistas veían TVE y leían EL PAÍS. Eso es tan falso como lo del estereotipo convergente", dice Roca. "Puede ser que el núcleo duro convergente lo haga; pero la mayoría de nuestros votantes, no", agrega Pere Esteve. El pluralismo campa, pues, por sus respetos en CiU. No sólo entre los votantes, sino también entre los propios diputados. Hay muestras en asuntos como el aborto, en el que el grupo parlamentario dio libertad de voto a sus integrantes. Al crecer la coalición aumentó la pluralidad. Cuando se fundó Convergencia, sus creadores no soñaban el futuro que les aguardaba. Empezaron con un techo muy bajo: en 1977, CDC logró el 15%, ahora hay consultas en que la coalición supera el 40% de los votos. No ha- sido fácil. Y hay zonas donde continúa siendo difícil. "En 1977 nos echaron de un barrio de L'Hospitalet a pedradas; ahora estamos en el 15% de los votos, tenemos cuatro locales y unos 600 militantes", explica Jacint Borrás, uno de los fundadores de CDC en Moniserrat y también en L'Hospitalet de Llobregat, la mayor población del cinturón de Barcelona, que comenzó a crecer con las riadas de inmigrantes de los años sesenta. Ésa fue la primera localidad que visitó Jordi Pujol antes de ser investido presidente, en 1980. Desde entonces no ha dejado de hacerlo periódicamente. Su popularidad crece en el cinturón industrial. Un ejemplo: un soleado domingo de diciembre de 1991 recorría el barrio de Sant Cosme, en El Prat de Llobregat, azotado por el tráfico de heroína. Pujol firmó autógrafos, repartió libros de poemas e incluso le recomendó a una anciana: "Hay que reintroducir la costumbre de que cada vecino barra su trozo de acera".
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