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El biógrafo de Ana Botella

Uno de mis paisanos, uno de esos de la "España profunda" y del "voto cautivo", me definió ayer a los columnistas y tertulianos madrileños en unos términos que no me resisto a transcribir: "Tienen menos olfato político que el biógrafo de Ana Botella".En Madrid ha habido muchos biógrafos de Ana Botella. Algunos vienen de lejos, de las elecciones del 64 de 1993. Otros se han incorporado a la tarea en las últimas del 3-M. ¿Puede extrañarse alguien de que con tales compañeros de viaje el PP haya llegado a donde ha llegado y se encuentre en la situación de desconcierto en que se encuentra?

Pero lo malo no es que los haya habido. Todavía peor es que los sigue habiendo y que los mensajes que transmiten en lugar de alumbrar un camino por el, que salir del atolladero, nublan la vista y entorpecen el sentido de la orientación.

Y es que el problema de José María Aznar para formar gobierno no es el nacionalismo catalán o vasco. El problema son los 9.710.032 ciudadanos que han votado al PP el 3-M. José María Aznar ha obtenido el apoyo de estos ciudadanos con un programa que: ni por su letra ni por su música (tan importante lo uno como lo otro) puede ser el programa con el que conseguir la investidura. Ni ahora ni probablemente nunca, entendiendo por nunca el tiempo en el que razonablemente se pueden hacer predicciones.

Este es el problema. Al mismo tiempo que inicia, conversaciones con las demás fuerzas políticas y en particular con aquéllas que necesita para formar un gobierno viable, el PP tendría que dirigirse a "sus" votantes para explicarles, qué viraje es el que piensa imprimir a su política, en qué consiste la desviación respecto de la oferta que les hizo para obtener su apoyo y a dónde piensa llevarlos

Esto es lo que está haciendo CiU desde el día siguiente a las elecciones. Consciente de que puede tener que hacer en la investidura algo distinto de lo que ha prometido en la campaña electoral, Pujol y el núcleo dirigente del partido han emprendido una campaña pedagógica, a fin de preparar a sus votantes para la eventualidad de que el giro tenga que producirse.

Y esto es lo que tendría que estar haciendo el PP. Su electorado es mucho más difícil de convencer para una operación de esta naturaleza que el electorado de CiU, que no sólo es más homogéneo, sino que tiene ya una experiencia en este terreno tanto de los gobiernos de Suárez como del último de Felipe González. Es al electorado del PP al que hay que explicarle y del que hay que conseguir que acepte el giro que inevitablemente se tiene que producir. Sin ello no se va a ninguna parte.

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Esta operación pedagógica es indispensable además para que el PP tenga credibilidad a la hora de dirigirse a los nacionalismos catalán y vasco. Nadie se puede fiar del PP si no hace dicha operación. Pues lo decisivo no es la palabra de José María Aznar. Lo decisivo es que esa palabra vaya acompañada por la aceptación expresa de la misma por los ciudadanos que le votaron el 3-M. Aznar cuenta en la medida en que tiene casi diez millones de ciudadanos detrás. ¿Para qué cuenta y hasta dónde están dispuestos a seguirle esos diez millones de ciudadanos? Ésta es la incógnita que el PP tiene que despejar. Hasta que no la despeje nadie se fiará de ellos.

El PP tiene que hacer, pues, todo lo contrario de lo que le están diciendo los biógrafos de Ana Botella. Y tiene muy poco tiempo para hacerlo.

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