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Unas vacaciones demasiado largas

Liberadas dos turistas europeas secuestradas durante 71 dias en Costa Rica por un raro 'comando'

Unos golpes secos en la puerta sacaron del mejor sueño a Juana Vargas. Eran las tres de la madrugada del 12 de marzo, en el paraje costarricense de Remolino Grande de Sarapí, a orillas del magnífico río San Juan, que sirve de frontera con Nicaragua. "Me quedé quedita, poniendo cuidado, porque una vive nerviosa por todo lo que pasa". Oyó una voz de mujer. Abrió. Frente a ella, dos figuras embarradas de pies a cabeza y comidas por los mosquitos le dijeron: "Hola". Su sana Siegfried, de 50 años, agente suiza de turismo, y Nicola Fleuchaus, una estudiante alemana de 24, salían de esta guisa de unas vacaciones navideñas que se convirtieron en pesadilla el 1 de enero, cuando fueron secuestradas no muy lejos de allí, en un hotelito de este bello enclave de selva tropical.Doña Juana sabía del secuestro como todo el mundo en Costa Rica. El país estaba en vilo desde hacía 71 días por la suerte de las dos turistas a las que un desconocido comando Viviana Gallardo pretendía canjear por aumentos salariales a los trabajadores, la liberación de unos ex policías que secuestraron en 1993 a varios magistrados del Tribunal Supremo y, ya puestos, algo tangible para ellos también: un millón de dólares (unos 124 millones de pesetas).

Cuando los contactos entre el Gobierno y los captores se atascaron, Peter Siegfried, marido de Susana, con la que vive en Costa Rica desde hace 25 años, decidió que había llegado su turno. El proceso de negociación que siguió podría servir para un guión de cine. Acompañado por un párroco de la zona y un amigo de la familia, Siegfried debía recorrer el río San Juan en una lancha y esperar alguna señal desde las frondosas orillas.

El primer encuentro, el 1 de marzo, fue interrumpido por el sobrevuelo de la policía costarricense. El segundo se produjo, ocho días más tarde. Para comprobar que las mujeres estaban vivas, sus familiares daban a los secuestradores algunas claves inacabadas, como números telefónicos que ellas conocían, para que las devolvieran completadas. El último contacto se produjo el pasado lunes. Al día siguiente, en un nuevo recorrido fluvial, Siegfried, armado con prismáticos, distinguió dos siluetas que le resultaron familiares. Susana y Nicola, a las que doña Juana había dado un copioso desayuno, esperaban. "Se abrazaron y lloraron todos", narraba la señora.

Si bien los negociadores insisten en que no han pagado rescate alguno, la familia de Nicola declaró en Alemania que los secuestradores han recibido 200.000 dólares (25 millones de pesetas). Las dos mujeres se encuentran bien. Susana cree que remontaron el curso del río San Juan hacia el lago de Nicaragua. Sus cinco captores, siempre encapuchados, se comunicaban imitando sonidos de animales con otras personas situadas en las cercanías. En todo este tiempo durmieron en hamacas y comieron arroz, fríjol, palmito y mono. "No les guardo rencor. No son mala gente. Hicieron lo posible por hacernos aquello soportable". ¿Pero quienes son? Parece cada vez más evidente que el nombre de Viviana Gallardo, una militante de izquierdas, muerta en una comisaría en los años ochenta, y las incoherentes reivindicaciones sociales son una cortina de humo para ocultar un simple caso de extorsión. Sin embargo, se trata de delincuentes peculiares: obedecen órdenes, conocen perfectamente la zona, están armados con granadas y fusiles AK-47 y se comportan de forma fría y meticulosa. Dos datos más: tienen bajo nivel escolar, a decir de las faltas de ortografía de los comunicados y algunos hablan con acento nicaragüense. Todos estos cabos parecen respaldar una de las hipótesis que manejó desde el principio el Gobierno de Costa Rica, y es que el comando sería en realidad un grupo abigarrado de desmovilizados en paro: ex guerrilleros nicaragüenses (esta zona era territorio de los hombres de Edén Pastora, el Comandante Cero), antiguos miembros del Ejército sandinista o incluso ex policías costarricenses forman la despensa de candidatos.

Las fuerzas de seguridad de Costa Rica han desembarcado en la selva para seguir el rastro de los secuestradores. Lo único que han encontrado hasta ahora es un bote abandonado en la margen nicaragüense del río San Juan.

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