Política de consenso
El mensaje de los electores ha sido claro. La ciudadanía no desea mayorías absolutas; quiere, por el contrario, que los partidos negocien y lleguen a acuerdos con el fin de solucionar los problemas del país: desempleo, convergencia con Europa, terrorismo. La etapa, un tanto irresponsable, del enfrentamiento exagerado y las descalificaciones -a la que tanto han contribuido ciertos medios de comunicación- debe de ser clausurada. Se impone la gran política de los consensos y los pactos con el objetivo principal de garantizar el éxito de una empresa de alcance histórico: llegar a tiempo a la cita con la moneda única, al núcleo decisorio de la unidad europea. Este debería ser, en mi opinión, el eje de los pactos y de la gobernabilidad de España para, como mínimo, los dos próximos años.Porque la gobernabilidad no es una cuestión de aritmética parlamentaria, aunque sin duda exija mayorías suficientes para formar y sostener a un Gobierno. Es, por el contrario, una cuestión política que depende de las exigencias y problemas a los que tenga que hacer frente la sociedad. En este sentido, la elección que ha hecho el pueblo español el 3 de marzo ha sido sabia y podría resumirse así: al PP le ha otorgado la mayoría, pero no absoluta, ni suficiente, quizá por el temor a que, de haberlo hecho, habría gobernado desde la derecha. Irónicamente le ha dicho: ya que te defines como de centro, gobierna desde el centro y pacta con unos y con otros. Al PSOE le ha quitado el poder por sus "pecados", con el fin de que se oxigeneen las aguas de la oposición. Su óptimo resultado es premio, sin duda, de las cosas positivas que se han realizado estos años; a que la gente desea una fuerza alternativa seria y, también al miedo a la derecha y a los crasos errores de IU. Esta última, gran perdedora de los comicios, ha sido castigada por su incapacidad de conectar con lo real y su inutilidad como fuerza de Gobierno, lo que conduce, igualmente, de no corregirse, a la inutilidad como fuerza de oposición. Se es útil como oposición cuando se puede ser Gobierno. Los nacionalismos -CiU y PNV- han mantenido sus posiciones y se convierten, una vez más, sobre todo el primero, en la bisagra de la política española. Mientras IU no cambie, esto será siempre así.
Ante este panorama, la gobernabilidad pasa por un entendimiento entre el PP y CiU, pero no sólo por ellos. En mi opinión hay que afinar más. Cualquier fórmula que no pase por el PP es desechable, a la par que inviable. Las elecciones anticipadas, un disparate que sería duramente castigado por los electores y especialmente quien aparezca como culpable. En consecuencia es necesario, de entrada, no hacer inviable la investidura de un presidente del PP. que pueda formar Gobierno. En esta fase no sería razonable pedir al PSOE que claudicara de su conveniente papel de oposición. El honorable Pujol no puede pretender que el PSOE juegue el mismo papel que CiU, entre otras cosas porque las elecciones anticipadas las ha provocado su partido y porque su inteligente mensaje ha sido que quería tener la llave en Madrid. Pues bien, las llaves se tienen para abrir puertas, no para asustarse con lo que puede haber detrás. Pero luego el país no puede entrar en una mera lógica poder-oposición, por lo menos durante los dos primeros años -hasta finales de 1997-, como si de una legislatura normal se tratase. Hasta ese momento aquí tiene que mojarse todo el mundo -partidos, sindicatos y patronales-, y en ese contexto sí sería razonable pedirle al PSOE su concurso -que, por otra parte, ya ofreció la misma noche electoral- para sacar adelante el gran proyecto de la definitiva convergencia con Europa.
Así pues, la gobernabilidad para los dos próximos años es negocio más complejo que un acuerdo PP-CiU. El PP tiene que llegar a acuerdos con los nacionalismos y con Coalición Canaria. Sería un he cho histórico y contribución inestimable a la normalidad. Aparcar agravios, mirar hacia adelante y, sobre todo, poner encima de la mesa cosas muy concretas, de orden programático, y olvidarse de otras (La Moncloa bien vale marcarse una sar dana y un aurresku, como habría dicho Enrique de Navarra).
Pero esa gran operación del bienio europeo es difícil construirla sin un acuerdo con las fuerzas sociales y la colaboración del PSOE. Porque la confluencia con la moneda única tiene que hacerse sin dañar el Estado de bienestar, pues de lo contra rio la tensión social y la oposición del PSOE (y de IU) en el Parlamento podría dar al traste con las mejores intenciones. Como puede observarse, los pactos y la gobernabilidad se presentan complicados, por eso es el momento de la gran política y no de los navajeos a corto plazo. Los par tidos y sus líderes afrontaron una situación mucho más difícil de 1977 a 1982, con una UCID en mayoría relativa, y tuvimos éxito porque se impuso la cultura del consenso, de los intereses del Estado y de la España democrática por encima de todo. ¿Estarán ahora los líderes y sus se guidores a la altura de las circunstancias? Esperemos que así sea.Nicolás Sartorius es abogado.
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