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La aparente unanimidad oculta divergencias sobre la represión israelí y la implicación de Teherán

La declaración final de la cumbre antiterrorista contó con el consenso de todos los países participantes, pero la aparente unanimidad disimuló las divergencias que afloraron en los discursos de los jefes de delegación y, sobre todo, en sus declaraciones a la prensa en los pasillos. A grandes rasgos, los asistentes discreparon sobre tres aspectos: el doble rasero con el que la comunidad internacional condena el terrorismo islámico y el judío; las consecuencias del cierre por el Ejército israelí de los territorios de Cisjordania y Gaza, y el grado de implicación de Irán en los atentados.El bajo nivel de la mayoría de las delegaciones árabes, encabezadas por sus ministros de Exteriores en lugar de por sus jefes de Estado -invitados por los copresidentes de la cumbre, Bill Clinton y Hosni Mubarak-, ilustra el malestar de algunos miembros de la Liga Árabe, arrastrados a la reunión por EE UU, pero no del todo convencidos de que sé condene con la misma contundencia el terrorismo cualquiera que sea su origen.

El líder palestino, Yasir Arafat, expresó este sentimiento cuando recordó a los asistentes que hay extremistas entre sus compatriotas, pero también entre los israelíes. Recordó que las matanzas de las mezquitas de Jerusalén y de Hebrón no suscitaron una reprobación tan solemne. Su ex ministro de Cooperación, Nabil Shaat, resaltó la "paradoja" de que EE UU esté proporcionando a Israel material ultramoderno para la detección de explosivos mientras los palestinos no reciben esa ayuda. "Y a la vez que se nos exige una creciente eficacia", recalcó.Escasez de alimentos

Arafat fue también quien más se quejó del "cierre y del cerco" impuesto a sus territorios autónomos por el Ejército israelí, que ha obligado a 100.000 palestinos que trabajan en el Estado judío "a sumarse al paro". "Las sanciones colectivas crean un terreno fértil para la violencia y el terrorismo", advirtió. De nuevo en los pasillos, Shaat aseguraba: 'Tos alimentos y medicinas empiezan a escasear".

En sus entrevistas a solas con Simón Peres, los jefes de delegación europeos y, sobre todo, árabes le pidieron insistentemente que suavice e incluso levante cuanto antes el cierre a cal y canto de Gaza y Csjordania. Clinton, sin embargo, no quiso mojarse. La decisión israelí, dijo, "puede verse como un castigo colectivo, pero también como una medida de seguridad".

Peres dedicó buena parte de su discurso a señalar al culpable del azote terrorista que ha sufrido Israel: Irán. "Teherán es la capital del terror", enfatizó. Fue secundado en esa acusación por el primer ministro británico, John Major, que también mencionó a Libia entre los países que patrocinan el terrorismo. Clinton omitió al régimen iraní en su intervención, pero en su rueda de prensa recordó la posición de EE UU, hostil a Irán, y "que se basa en pruebas".

"Muchos de los europeos están en desacuerdo conmigo" y desean continuar el diálogo crítico con Teherán, reconoció, no obstante, Clinton. A causa de la oposición de los países europeos continentales y de los árabes, la declaración final no menciona a Irán. "En contra de lo que ha dicho Clinton, ni los norteamericanos ni los israelíes han aportado ninguna prueba convincente e la implicación directa de los iraníes en los actos terroristas" afirmó un diplomático europeo.

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