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Libre y de izquierdas

Votó comunista en las últimas elecciones legislativas francesas, las que, un domingo de marzo de 1993, terminaron con un largo período de hegemonía socialista y dieron paso al gobierno del centroderecha. Declaró a la cadena de televisión France 3 que lo hizo por su "viejo compromiso con la causa del proletariado", es decir, porque le dio la gana. Así era Marguerite Duras, "libre y de izquierdas`, según me dijo un día en su apartamento parisiense de la Rue Saint-Benoit.'Marguerite no tenía pelos en la lengua. Minada por el alcohol y el tabaco, sus -cóleras seguían siendo tan tormentosas como sus amores, y su talento tan inmenso como su narcisismo. Las agresiones racistas a inmigrantes le ponían frenética. Pero no solo ellas. Marguerite atrapaba a diario dos o tres berrinches. Las desgracias de la gente le provocaban llantos incontrolables; los progresos de las fuerzas de la, reacción le despertaban cóleras terribles. Seguía viviendo con el corazón por delante. "Lloro con mucha frecuencia", me dijo. "Es rarísimo que no haya noticias, películas o historias que no me hagan llorar. De rabia, de dolor. Cuando soy feliz, también lloro".

Llegué a aquel encuentro de la Rue Saint-Benoit asustado por la perspectiva de caerle mal a la gran dama de las letras francesas, y salí perdidamente enamorado de la hermosa mujer. Hablamos de España, que ella seguía viendo como un país de izquierdas y republicano; de Alemania, que le daba miedo por lo que denominaba el Fascismo endémico de la Germanía central"; de Líbano, que no tenía viento, sino "un aire que venía del mar", y. de París, donde la gente era "solidaria y fraternal en sus barrios".

Por aquellas fechas Marguerite estaba muy enfadada con la película que Jean-Jacques Annaud había hecho a partir de su novela El amante. Había en su enfado algunas razones mezquinas. Ella hubiera querido escribir el guión, dirigir el filme e interpretarlo también. Le importaba un pepino que hubiera vendido a buen precio a Annaud los derechos de adaptación al cine de la novela. La historia pensaba, era suya y sólo suya.

. Era verdad y no lo era. El amante, narra un período crucial de la adolescencia de Marguerite, el ocurrido a comienzos de los años treinta en la Indochina colonizada por los franceses, cuando la futura escritora, entonces una muchachita de 15 años, desafió todos los tabúes convirtiéndose en la amante de un joven millonario chino. La historia era, pues, de Mar.guerite, pero desde que la contó en un libro nos pertenecía a todos.

Las buenas historias -y ella, lo sabía mejor que nadie- están hechas para ser recreadas un mínimo de mil y, una veces.

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