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Un país con el pragmatismo de una empresa

En Colins Street, una amplia avenida del centro de Melbourne, activistas de los Verdes repartían ayer papeletas informativas con el nombre de su candidato a la entrada de uno de los 8.000 colegios electorales que abrieron sus puertas en Australia.A unos pocos pasos, representantes del Partido Laborista, en el poder durante los últimos 13 años, hacían lo propio, intentando endosar a los viandantes pegatinas con el lema "Liderazgo" utilizado por su líder, el primer ministro Paul Keating, a lo largo de su campaña. Para evitar problemas de basura con unos y otros, alguien dispuso un cajón especial donde se recogía la propaganda, una vez ojeada, o rechazada, con vistas a su posterior reciclado.

Nadie hubiera dicho que los australianos se enfrentaban a unas elecciones cruciales, que podían marcar un cambio de rumbo, a la vista del ánimo general de los habitantes de Melbourne. Ni que un debate esencial entre la opción conservadora y la socialdemócrata se estaba dirimiendo en las urnas.

La ciudad, capital del Estado de Victoria, el único en el que, según todos los primeros resultados, los laboristas han triunfado, se extiende sobre una superficie similar a la de México, la urbe más superpoblada del mundo, pese a tener una población de 3,4 millones de habitantes. Sin agobios de circunscripciones -los ciudadanos de Melbourne podían votar en cualquiera de los colegios electorales de la ciudad-, con día soleado y al comienzo del fin de semana, la jornada se desarrolló con gran placidez.

Además de cumplir con sus obligaciones ciudadanas -no votar está penado con multas variables-, los australianos se preparaban para sumarse en masa a la campaña "Limpiar Australia" prevista para hoy domingo, justo después de conocer los resultados oficiales. Un cambio de Gobierno es poca cosa cuando el país que lo afronta funciona con el pragmatismo de una empresa.

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